Como es tradicional en el santoral litúrgico de la Iglesia, el día 1 de noviembre celebramos con especial gozo la solemnidad de “Todos los santos”. Con esta fiesta la Iglesia quiere rendir un homenaje de alabanza y agradecimiento a tantos santos, anónimos y conocidos, que han hecho y hacen realidad en su vida el itinerario de las Bienaventuranzas que nos presenta el evangelio de la Eucaristía del día de hoy.
Estamos llamados por el bautismo que nos otorga la fe y por la adhesión al Señor a aspirar a la santidad entendida como un proceso de purificación y de perfección que nos haga partícipes de la misma condición del Hijo de Dios. La santidad, por lo tanto, se hace realidad en nuestro diario vivir cuando nos ponemos en camino del Reino de Dios que inaugura Jesucristo y practicamos los valores que Él mismo predicó y vivió: la justicia, la paz, el amor…
Hoy es un buen momento para recordar tantos testimonios de santos en la historia de la Iglesia que han hecho de su vida una parcela de Jesucristo en la práctica de la caridad en sus múltiples manifestaciones, en la enseñanza, en la predicación. Buen momento esta fiesta para revitalizar nuestra fe, a veces un tanto adormecida, y, siguiendo la estela de tantos ejemplos, tomarnos en serio la opción por Jesús. La rectitud interior desde la contemplación y la mirada al Señor, mirar con ojos de misericordia, la esperanza activa que nos haga superar la rutina y nuestros propios vacíos interiores… son algunas de las características fundamentales de los Hijos de Dios que nos orientan hacia la santidad.
La solemnidad de Todos los Santos está ligada también en su celebración y en su secuencia temática a la conmemoración de los Fieles Difuntos. La Iglesia pretende de esta forma asociar ambas fiestas al sentido de itinerancia cristiana. Estamos en camino hacia la eternidad y podemos anticipar los gozos celestiales cuando vivimos los valores del Reino y los criterios del evangelio en nuestra propia realidad diaria. De esta forma el encuentro con el Señor será el abrazo de la esperanza y del amor que nos abre el camino hacia la eternidad.