Queridos amigos
“Corpus Cristi” o “Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo” es el nombre de la fiesta que hoy celebramos. Su evangelio (Jn 6, 51-58) fundamenta la fiesta de hoy y la del Jueves Santo, cuando Jesús instituyó la eucaristía y el sacerdocio (Lc 22, 19-20). ¿Qué es lo primero que nos viene a la mente cuando decimos Corpus Cristi o Cuerpo y Sangre de Cristo? Les diré lo que, en una lluvia de ideas, dijo un grupo de fieles, en respuesta a la misma pregunta. Misa y procesión…; presencia real y para siempre de Jesucristo con su cuerpo, alma y divinidad; comunión y adoración…; sacramento de fe; memorial de la Pasión y Muerte del Señor; Pan de Vida eterna…
Son ideas sugerentes sobre el Corpus Cristi. Ante todo y externamente está la que asocia la Fiesta con la Misa y Procesión, que se celebran desde 1264, en que el Papa Urbano IV la instituyó. Desde entonces no hay fiesta litúrgica que el Pueblo de Dios celebre con tanto fervor y esplendor. ¿Quién no ha oído hablar de la brillante celebración del Corpus Cristi en Ayacucho, o en Toledo (España)? Lo más importante es que este fervor y esplendor quieren ser y son manifestación de la fe viva y del agradecimiento de los fieles a Jesucristo resucitado en la santa hostia. Lo que paseamos en la custodia ¡es Jesucristo en persona! Esta fe del Pueblo de Dios es un hecho innegable.
Ver el Corpus Cristi como memorial de la Pasión y Muerte del Señor no es quizá lo más a tono con la fiesta, pero es lo más real y exacto si pensamos en el Jueves Santo y en la Sta. Misa, que son la renovación incruenta del sacrificio de Cristo en la cruz y que piden la participación del sacerdote y de los fieles en ese sacrificio. Pero resulta que la Fiesta del Corpus fue vista desde el principio en otra perspectiva: sin el fondo negro del Viernes Santo y para exaltar y agradecer el amor de Jesús que lo llevó a quedarse con nosotros en la forma de un poco de pan. En este contexto tiene más sentido pensar y celebrar el Corpus como Pan de Vida y como comunión y adoración (Jn 6, 51).
El que come el cuerpo de Jesús (Corpus Cristi), permanece en Él y vive de y por Él. Es decir, es asimilado por Jesús, que lo va haciendo a su imagen y semejanza. Todo lo contrario a lo que pasa cuando comemos un manjar, que lo asimilamos y hacemos sangre nuestra. Aunque no lo parezca, en la comunión Jesús lleva la iniciativa. La lleva también en la adoración eucarística, en la que Jesús quiere hablarnos y espera que nosotros le escuchemos. Más que hablarle nosotros. Debiera ser así en la Procesión de Corpus Cristi, en las Horas Eucarísticas y después de toda comunión.