ERES REY POR SIEMPRE

Cuánta gente hoy en día, Jesús, hay que no te acepta como el único Salvador y Señor, perdónanos por eso Jesús; cuántos hombres y mujeres hay que sabiendo que tú eres el Todopoderoso, dudan de tu actuar incluso dentro de nuestra propia Iglesia; cuánta gente hay, Señor Jesús, que te reemplaza por otras cosas que no son santas, incluso acudiendo a lugares donde se “adivina el futuro”, confiando en amuletos, fetiches, talismanes, horóscopos, técnicas orientales que manipulan la conciencia, perdónanos Jesús; cuánta gente hay Señor Jesús, que sabe que estás presente y te hace a un lado, perdónanos Jesús; mucha gente piensa, Señor, que eres solamente “un recuerdo” del pasado, alguien que sólo debemos admirar y no quien toma la dirección de nuestra vida y de la vida de los demás, perdónanos Jesús.

Ya llegamos al “final del camino” en la liturgia, porque se termina el tiempo ordinario y el año litúrgico, y se da pase a un año nuevo en la liturgia, y a un tiempo nuevo llamado adviento (preparación para las fiestas navideñas). Es bueno entonces hacer una evaluación seria. Dios ha pasado por nuestra vida, ¿nos hemos dado cuenta de ello? ¿Quién realmente es Dios para mí y para todos?

Daniel, un profeta del Antiguo Testamento, tiene como él dice, una “visión nocturna” (cf.Dn.7,13-14) que pone al hijo del hombre, al Mesías, como aquel que viene con autoridad a este mundo, y se gana el respeto por ello: “Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán”. La intención de Dios es: reinar en la historia, en la vida de cada día, en la mente y el corazón de todos. ¿Dejaremos que él haga ese trabajo o no? Cuando viene una autoridad grande a un pueblo, le recibimos con “todos los honores”, le hacemos fiesta, nos quedamos hasta muy altas horas de la madrugada para ordenar todo, para que esté todo bien. ¿Me preocupo de ordenar mi vida para que el ÚNICO REY DEL MUNDO LLEGUE A MÍ? ¿Dejo la casa, que es mi propia vida, ordenada para que Él y no otro habite y reine o no me interesa?

Tiene razón el libro del Apocalipsis cuando reconoce que el Dios en quien creemos no es cualquiera, sino: “el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso” (Ap.1,5-8). Es capaz de librarnos de todo mal, de todo pecado, de devolvernos la esperanza, la alegría y las ganas de vivir y de proclamar su reino de amor y de paz, de justicia y de apertura a los demás.

El diálogo que tiene Jesús con Poncio Pilato es especial, ya que Jesús, desde la humildad y sencillez que le caracterizan, afirma su señorío en este mundo: “Pilato le dijo: ¿con que tú eres Rey? Jesús le contestó: tú lo dices: soy rey” (Jn.18,33b-37).

En este mundo en el que nos desenvolvemos, somos testigos de que lo que más reina en algunos lugares es: la corrupción, la injusticia, los chismes, el escándalo, la manipulación de las conciencias y de la salud, los prejuicios, la pornografía, la brujería, la falta de respeto por la dignidad del otro, la falta de respeto por la vida, la falta de amor, la falta de fe, y la lista es larga. ¿De verdad creemos que Jesús reina ahí? Si es así, cuidado; te equivocas si piensas así.

Que esta solemnidad de Cristo Rey signifique el ratificar nuestro compromiso de que reine Jesús por siempre, para que eso se vea reflejado en nuestro diario vivir. Que Jesús reine en la Iglesia: Amén. Que Jesús reine en la humanidad: Amén. Que Jesús reine en los matrimonios y familias: Amén. Que reine Jesús en sus hijos sacerdotes: Amén. Que reine Jesús en la creación: Amén. Que Jesús reine en tu corazón, en el mío y en el de todos: Amén. No permitamos que reine la oscuridad, la guerra, la división, el pecado en nuestra vida.

Que podamos hacer vida esa estrofa de aquel canto que aprendimos de pequeños: “reine Jesús por siempre, reine su corazón, en nuestra patria, en nuestro suelo, que es de María la nación”.

Con mi bendición.

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