En la celebración de la fiesta solemne del CORPUS CHRISTI, los cristianos estamos invitados por nuestra santa Madre Iglesia a
contemplar este misterio de nuestra fe en la presencia real y sacramental de nuestro señor Jesucristo en las especies del Pan y del Vino y de esta manera profundizar en su contenido, y significado y para hacer esta tarea tenemos la Palabra de Dios que viene en nuestro auxilio e ilumina nuestra fe.
Por eso al meditar en la primera lectura tomada del libro del Génesis que nos presenta a Melquisedec, rey de (Jeru) Salén, sacerdote del Dios altísimo, bendiciendo a Abraham.
Al salir al encuentro este rey-sacerdote lo hace llevando pan y vino, elementos que el Señor Jesús también usará en la última cena para perpetuar su entrega y presencia entre los suyos.
Si contemplamos a Melquisedec descubrimos que en su actuar el bendice al hombre, en este caso a Abraham, en nombre del Dios altísimo y al bendecir al hombre, Melquisedec bendice al Dios altísimo por su obrar en favor de los hombres, y entonces descubrimos que también el actuar de Nuestro Señor Jesucristo es bendecirnos a todos en nombre de Dios Padre y bendecir al Padre por su misericordia en favor de nosotros, es más Él es la misericordia de Dios para con nosotros.
La segunda lectura nos presenta al apóstol San Pablo recordando a los creyentes de Corinto, algo que, tal parece, están olvidando por la manera que se están comportando en la asamblea.
San Pablo les recuerda una tradición que procede del Señor y que él a su vez les ha transmitido: lo que hizo el señor la noche de la última cena.
Termina diciendo Pablo “por eso cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, anuncian la muerte del señor hasta que vuelva”.
¿PERO QUÉ SIGNIFICA ESE ANUNCIO? Tal vez para comprenderlo tendremos que recordar la razón por la que el Señor se hace obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Muere en la cruz por amor a todos y para alcanzar a todos, el perdón de los pecados, es decir se hace misericordia de Dios en favor nuestro. Además, recordemos que por amor a todos, el Padre del cielo envió a su hijo para salvarnos. Anunciar la muerte del Señor hasta que vuelva, es anunciar el amor del Padre y del Hijo en favor nuestro, amor por el cual el Padre y el Hijo buscan salvarnos a todos.
Por otro lado, este domingo en la fiesta solemne del CORPUS CHRISTI, el evangelio nos presenta al señor Jesús dando de comer a la gente, nadie se queda con hambre, todos son saciados e incluso sobra para los que vengan después. Para que esto suceda el Señor Jesús necesitó de la colaboración de todos los presentes. Necesita e la colaboración de la gente que en el relato vemos que hacen lo que el Señor les pide por medio de sus discípulos y por eso ellos terminan sentándose tal como el Señor se los había mandado, la colaboración de los doce que entregan al Señor Jesús los cinco panes y dos peces que ellos tienen, sobre los cuales el Señor pronuncia la bendición, que luego sirven a la gente para que pudieran comer lo que el señor les iba entregando.
Pidamos al señor que nos conceda la gracia de saber “hablar bien de…” Él y de los hermanos, es decir que sepamos bendecirlo y también a los hermanos, ya que participamos del sacerdocio común de los fieles desde el día de nuestro bautismo en el sacerdocio de nuestro Señor Jesucristo, y que nos conceda el anunciar su amor misericordioso en favor de todos, amor que nos ha manifestado en su hijo muerto en la cruz para salvarnos y por último que nos conceda el colaborar con Él en todo lo que nos necesite, especialmente siendo misericordiosos unos con otros como lo es nuestro Padre del Cielo.
La Iglesia instituyó esta fiesta solemne, fue para reafirmar la presencia real y sacramental del señor Jesús en el santísimo sacramento del altar, que algunos ponían en duda. Desde ahí los creyentes celebramos esta solemnidad para reafirmar nuestra fe en la presencia real y sacramental de nuestro Señor Jesucristo en el Pan y el vino consagrados, pues ya no son ni pan ni vino, sino que son por la efusión del Espíritu el Cuerpo y Sangre de Cristo.