Queridos amigos
Corpus Cristi es el Jueves Santo celebrado en olor de multitudes. Porque ciertamente son multitudes las que se reúnen hoy en torno a la eucaristía (misa y procesión) en todas las catedrales del mundo. Con alegría y gratitud al Señor por el regalo de su presencia real entre nosotros, Él, que al mismo tiempo está sentado a la derecha del Padre… Estas multitudes, reunidas en torno a Jesús Eucaristía -signo de unidad fraterna y eclesial-, son la continuación de aquellas muchedumbres que seguían a Jesús, buscando algún milagro que los sanase.
Entonces y ahora, Jesús nos hace el milagro, que la fe ve, de multiplicarse a Sí mismo como multiplicó los panes. Y de ser pan de vida eterna para los hombres, que lo comen. Es lo que nos cuenta el evangelio de hoy (Lc 9, 11b-17). El relato de la institución de la eucaristía nos lo transmite Pablo (1Cor 11,23-26), con la observación de que es una tradición que ha recibido y que procede del Señor. En esta tradición Jesús ofrece pan y vino, que convierte en su cuerpo y en su sangre, y actúa como un sacerdote muy sui generis, según el orden de Melquisedec (Gen 14, 18-20) y no aarónico como eran los sacerdotes de los judíos
El conjunto de las lecturas nos presenta un Corpus Cristi muy humano, en el que priman el hambre del pueblo (milagro de la multiplicación de los panes), el amor misericordioso de Jesús (la compasión que le lleva a hacer el milagro), la participación de todos (alguien aporta unos panes, los apóstoles ayudan en el reparto, etc.), la expectativa que se origina (la gente queriendo proclamar Rey a Jesús para tener resuelto el problema del hambre), y Jesús entendiendo que ha llegado la hora de anunciar su gran e inimaginable promesa: la de darles a comer su cuerpo, pan de vida, que quien lo coma nunca más ha de tener hambre.
Es en gran medida, cómo el evangelista Juan plantea y nos transmite la Última Cena, que con tanto amor preparó el Señor, y en la que el momento de suspenso es el lavatorio de los pies (la mutua ayuda) y el mandamiento nuevo del amor (amarnos como Jesús nos amó) (Jn 13, 4-15.34-35). Ciertamente Corpus Cristi (la eucaristía) es Pan de Vida para el camino, momento de encuentro comunitario y personal, gozoso e íntimo, con el Señor, es memorial de su pasión-muerte y resurrección, etc. Pero exigen de nosotros un compromiso verdadero: tener hambre y comer con provecho su pan de vida, vivir en solidaridad y comunión fraterna, y hacer que la misa del Señor sea nuestra misa: memorial de nuestra muerte y resurrección en Jesucristo, más que solo una ceremonia.