Desde muy diferentes enfoques podemos analizar la temática y reflexión litúrgica de este primer día del año que, por otra parte, coincide en el 2023 con el domingo, día del Señor.
A la luz de este día podemos hacer un análisis de evaluación sincera y transparente de todo lo que hemos vivido y compartido durante el año y dar gracias al Señor por todos los bienes recibidos que, aun salpicados por momentos de dolor e incertidumbre, siempre han sido muchos y muy palpables. Las vivencias se agrupan en nuestra mente y, junto con la alabanza y la acción de gracias, nos brota espontáneamente recuerdos y actitudes que nos orientan hacia el perdón y la reconciliación cuando no hemos actuado con responsabilidad y sensibilidad humana y cristiana en nuestra relación con los demás.
También recordamos los proyectos, objetivos y esperanzas que deseamos se hagan realidad en este año que empieza bendecidos por la mano de Dios y con el esfuerzo de nuestra propia voluntad.
Sin embargo, destaca en la liturgia de la palabra, concretamente en el evangelio, el eco todavía reciente del misterio del Niño Dios en el portal de Belén donde los pastores acogen el anuncio del Nacimiento del Hijo de Dios y lo proclaman con humildad y fe; María guardaba y meditaba todo en su corazón (Lc. 2, 19) en una demostración más del silencio interior, de la fidelidad y de la disponibilidad y acogida para ser la Madre del Señor en ese momento de la ternura del Niño que es presentado en el templo con el nombre de Jesús (“Dios salva”).
María es Madre de Dios, así lo declaró el Concilio de Éfeso como dogma de fe el año 431 d. de C. Ella nos orienta en nuestro caminar diario y nos infunde una llamada a la humildad frente a la autosuficiencia, a la búsqueda del silencio interior frente al ruido y la dispersión, a la aceptación de la voluntad divina frente a las comodidades y gustos personales, a la sincera apertura a la voluntad del Padre, a la actitud de oyente de la Palabra de Dios por la fe, a la gozosa esperanza en medio de las dificultades de la vida.
Muchas actitudes, todas ellas muy importantes y sugerentes, para no olvidar su presencia entre nosotros durante todo el año como garantía de conducirnos hacia lo que ella siempre pretende en su función de Madre: comprometernos a una identificación plena con su Hijo Jesucristo.