En nuestro calendario, este 1º de enero es Año Nuevo y Día de la Paz, cuando estrenando 2023, todos nos deseamos la paz, tan esquiva, y los gobernantes y el Papa nos envían sentidos Mensajes de Paz. Es también la octava de Navidad y el Día de la Maternidad de María, el título de los títulos de María y su título matriz de todos los demás. Es por ello que la Iglesia la celebra en el inicio del año: para ponerlo en sus manos, bajo su amparo: si el Padre Dios confió a María su querido Hijo, ¿con cuánta mayor razón habremos de confiarle nosotros nuestro esperado Nuevo Año?
Santa María Madre de Dios, es la invocación, con la que la Iglesia abre y quiere que nosotros abramos el Año Nuevo. Más aún, por medio del evangelio de la misa de hoy (Lc 2, 16-21), hasta nos ofrece las consignas con las que hacer que el Nuevo Año sea feliz y fructuoso, para nosotros y los nuestros. Estos consignas son: 1. Ponerlo todo bajo el nombre de Jesús; 2. Admirar y meditar los acontecimientos de cada día, unidos a María; y 3. Contar a todos las maravillas del Señor.
Ante todo poner el Nuevo Año bajo el nombre de Jesús, pues es el nombre sobre todo nombre (Ef 1,21) y quien lo invoque será salvo (Rm 10, 13). El Proyecto misterioso de Dios es instaurar todas las cosas en Cristo, tanto las celestiales como las de la tierra (Ef 1, 10). Por eso todo lo que podamos decir o hacer, hagámoslo en el nombre de Jesús el Señor (Col 3,17). Jesús quiere decir Salvador y es el nombre querido por Dios para su Hijo, pues el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo salvar el mundo (Jn 3,17).
Luego está el asombro, con y como María (Lc 1, 19.51). Por las cosas de Dios (que el Todopoderoso ame tanto al mundo, que le haya entregado su propio Hijo…, y por las cosas de cada día: las grandes y las pequeñas, las especiales y las ordinarias. Todo debiera llenarnos de admiración y llevarnos a la reflexión. La puesta del sol en la noche y el levantarnos cada mañana, etc. De parte de Dios todo es gracia y todo debiera ser asombro para nosotros. No caer en la rutina ni el acostumbramiento ni en la desmotivación ni la indiferencia.
Contar a todos las maravillas del Señor, en especial las que hace por nosotros (Lc 1,49), debiera ser nuestra consigna en cada día del Año Nuevo. ¡Cuánto mejor nos iría si en vez de ver y contar tanta cosa negativa (¡tiene rating!, dicen), viéramos y contáramos más las positivas; las buenas obras, que a cada rato todos hacemos. Urge la vuelta a las cosas sencillas de la vida, que en definitiva hacen que la vida sea amable y loable. Como los ángeles de Belén, vivamos alabando y dando gloria a Dios (Lc 2,20)