LECTIO DIVINA –DOMINGO 28º TO. – “A”
MI BANQUETE ESTÁ PREPARADO
LA PALABRA HOY: Isaías 25, 6-10; Salmo 22; Filipenses 4,12-14.19-20; Mateo 22,1-14
Ambientación: Al centro: una mesa, adornada con flores, velas, manteles, panes u otra cosa para compartir al final del encuentro. Cartel con la frase: Vístete de fiesta
Cantos sugeridos: Fiesta del Banquete
AMBIENTACIÓN:
El Reino se compara con un extraordinario banquete. La abundancia de Dios anima a pensar en una mesa a la que están invitados todos los pueblos de la tierra. El Evangelio nos advierte de la necesidad de estar preparados: la conversión es el vestido de fiesta apropiado para esta ocasión.
Oración Inicial
Señor Dios nuestro,
Tú que continuamente nos estás atrayendo
con lazos de amor y de misericordia,
que nos invitas a estar contigo
para recibir de ti gracia y bendición,
que de diferentes maneras buscas darnos tu ayuda,
te pedimos que al reflexionar tu Palabra
aprendamos tu estilo de vida,
y la podamos asumir en nuestra vida,
para vivir como Tú quieres y esperas de nosotros.
Derrama Señor, tu amor y
danos la sabiduría que viene de tu Espíritu,
para conocer y comprender tu voluntad
y así adherirnos vivencialmente a ti,
dejando que Tú nos unas a ti,
transformándonos a tu imagen
asumiendo tus actitudes y tus disposiciones.
Amén.
LECTIO: ¿Qué dice el texto? – Mateo 22,1-14
Motivación: la parábola de Jesús sigue viva para que nos sintamos invitados al Banquete del Padre y cambiemos el traje gris del pecado por el traje de fiesta que ilumine la vida. La invitación al Banquete del Reino exige un vestido de fiesta. Escuchemos.
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
– El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Vengan a la boda”.
Los invitados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; otros agarraron a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
“La boda está preparada, pero los invitados no se la merecían.
Vayan ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encuentren invítenlos a la boda”.
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de invitados. Cuando el rey entró a saludar a los invitados, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”.
El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los sirvientes:
“Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.
Preguntas para la lectura:
- ¿A quiénes dirige Jesús esta parábola?
- ¿Con qué compara el Reino de Dios?
- ¿Quiénes están representados en los distintos personajes que aparecen en la parábola?
- Ante repetidos rechazos, ¿cómo reacciona el Rey? ¿a quiénes invita al banquete de bodas?
MEDITATIO: ¿Qué ME dice el texto?
Motivación: Si bien es cierto que Dios nos ha llamado al banquete del Reino, está en la decisión de cada creyente aceptar o no la invitación. Porque son muchos los invitados, pero pocos los escogidos.
- ¿Soy consciente de las continuas llamadas que el Señor me hace? ¿Cuáles son mis excusas para no responder?
- La sala se llenó de invitados. ¿De qué manera están presentes en tu vida la alegría y la gratitud a Dios por su invitación al banquete del Reino?
- Uno de ellos no llevaba traje de fiesta. ¿Qué actitudes te faltan para vestirte realmente de fiesta?
- ¿Cuál sería la forma de construir el Reino hoy?
ORATIO: ¿Qué le digo al Señor motivado por su Palabra?
Motivación: La mesa está servida. Hemos recibido la invitación al banquete no por nuestros méritos, sino por pura bondad del Señor. Ahora nos toca responder, primero expresando a Dios nuestra gratitud; luego tenemos que prepararnos, sabiendo que un corazón convertido es lo único que el Señor espera de nosotros.
Luego de un tiempo de oración personal, compartimos nuestra oración. Se puede, también, recitar el Salmo 22.
CONTEMPLATIO: ¿Qué me lleva a hacer el texto?
Motivación: San Vicente nos enseña una forma de vestirnos de fiesta: con el traje de la caridad. A las Hijas de la Caridad les dice:
No es la duración lo que nos permite juzgar si una hermana es digna de llevar el hermoso nombre de hija de la Caridad, sino el que esté revestida interiormente de ese ropaje de la caridad para con Dios y para con el prójimo. Eso es lo que la convierte en hija de la Caridad. Sí, hijas mías, la caridad es como una hermosa ropa nupcial que adorna al alma, sin la cual es imposible agradar a Dios. “Retiren a ese miserable, que no lleva traje nupcial, se dice en el evangelio, échenlo fuera de aquí”.
Así pues, son éstas las tres señales que dan a conocer a una verdadera hija de la Caridad y que pueden servir de medios para convertirse en tales: la primera, amar a Dios sobre todas las cosas; la segunda, amar al prójimo; y la tercera, amarse entre ustedes como verdaderas hermanas, por amor de Dios, de forma que parezca que son todas miembros de un solo cuerpo, o hijas de un mismo Padre, sin amar más que lo que él ama y por amor a él. (IX, 1017)
Compromiso:
- En mi oración diaria: agradecer a Dios por haberme invitado al banquete de su Reino. Trabajar en algún aspecto que no me deja vestirme de fiesta.
Oración final
Te bendecimos, Padre,
con los pobres de la tierra
porque nos reservaste un puesto de honor
en la vida y en la mesa abierta y fraternal del banquete de tu reino,
donde el cuerpo de Cristo es nuestro pan familiar.
Bendito seas, Señor, por Jesucristo, tu hijo, que es el novio de tus bodas con la humanidad y la Iglesia.
Líbranos de la locura de rechazar tu invitación deferente con las ridículas excusas de nuestra miope insolidaridad.
Revístenos de la condición nueva de nuestro bautismo, como hombres y mujeres nacidos en Cristo por el Espíritu, para ser dignos de sentarnos a tu mesa para siempre. Amén.