Celebramos el segundo domingo de pascua, que desde el año 2000 es llamado también DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA, según deseo del entonces papa y ahora santo, JUAN PABLO II.
El papa Francisco recuerda que “… misericordia significa abrir el corazón al miserable…”.
Es la unión de dos palabras miseria y corazón.
Miseria del hombre que se empobrece por los pecados cometidos, pecado que lo empobrece como ser humano y lo va animalizando más en la medida que va pecando más; y corazón como el órgano al que se refiere uno como el centro de donde brota el amor, y en el caso de remitirlo a Dios, un corazón capaz de amar a todos, amor que lo lleva a siempre perdonar.
El papa Francisco al declarar el año santo de la misericordia deseaba que todos los creyentes en la iglesia lleguemos a convencernos, a nosotros mismos y a los demás, que por muy grandes y graves que sean nuestros pecados, muchísimo más grande es el amor misericordioso de Dios, “aunque tus pecados sean rojos como la granada, yo los dejare más blancos que la nieve…”. Es una invitación a recibir el perdón que Dios nos quiere dar y que para recibirlo solo debemos dar el paso de reconocer nuestros pecados y pedirle perdón, y como padre amoroso Él nos encerrara en un gran abrazo, que nos acerca a su corazón y nos llenará de besos, porque estábamos perdidos y hemos sido encontrados, estábamos muertos y hemos vuelto a la vida.
Un segundo objetivo que se buscaba con la declaración de este año santo extraordinario de la misericordia es que los creyentes en la iglesia, contemplando al padre misericordioso, aprendamos a ser misericordiosos unos con otros, y como expresión de este aprendizaje seamos capaces de perdonar a aquellos que nos hicieron o sintamos que nos hicieron mal.
También como un tiempo de entrenamiento en la práctica de las obras de misericordia de tal manera que volvamos en la iglesia a vivir la misericordia de Dios para con nosotros y para con los otros, para que seamos misericordiosos unos con otros como lo es nuestro Padre Dios con nosotros.
Conviene por eso recordar que los creyentes estamos invitados a practicar las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, a saber:
Obras de Misericordia Corporales:
-visitar y cuidar a los enfermos.
-dar de comer al hambriento.
-dar de beber al sediento.
-dar posada al peregrino.
-vestir al desnudo.
-redimir al cautivo.
-enterrar a los muertos.
Obras de Misericordia Espirituales:
-enseñar al que no sabe.
-dar buen consejo al que lo necesita.
-corregir al que yerra.
-perdonar las injurias
-consolar al triste.
-sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
-rogar a dios por los vivos y los difuntos.
Y entonces después de este arduo entrenamiento actuemos más conforme a nuestro Padre Dios.
Al buscar en el evangelio de este domingo alguna idea que hable o remita a la misericordia de Dios me pareció encontrarlo en el momento en que el Señor resucitado soplando sobre los discípulos el espíritu santo, les hace saber que a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados…
A perdonar todos somos invitados, como nos perdona nuestro Padre Dios, a todos; nadie queda fuera de su perdón. Que nadie quede fuera de nuestro perdón.