Queridos amigos
El evangelio de este primer domingo de Adviento (Lc 21,25-28, 34-36) nos habla de la 2ª Venida en poder y gloria del Señor. No para asustarnos con la descripción que hace del fin del mundo, sino para decirnos que estemos animosos y preparados. Animosos, porque llega nuestra liberación; preparados (vigilantes y orando), porque tendremos que presentarnos ante el Hijo del Hombre para ser juzgados. Comenzando hoy el Adviento, que nos prepara para la Navidad o nacimiento de Jesús (el Hijo del hombre), esta 2ª Venida de la que nos habla el evangelio, está puesta para que no subestimemos la primera, cuando el Hijo del hombre se presenta con toda la vulnerabilidad de un bebe. Preparémonos lo mejor posible para recibirlo, sabiendo que es el Hijo de Dios.
A la venida de Jesucristo la iglesia la llama advenimiento o adviento y la considera tan importante que le da todo un tiempo litúrgico, el llamado Tiempo de Adviento, que va desde este domingo hasta el 24 de diciembre. Implica dos cosas sumamente importantes: 1. La promesa de parte de Dios de que envía a Alguien fuera de serie y en quien se cifran todas las esperanzas (Gen 3,15); y 2. El clímax de expectación creciente que su llegada debe suscitar.
Vivir en expectante espera, romper la rutina y el acostumbramiento, ilusionar(se) por lo Nuevo que viene, fueron algunas de las actitudes que el Adviento creó en los pueblos durando cientos, miles de años, desde que el mundo es mundo hasta la venida de Jesucristo (Rom 8, 19-23). Influyó sobre todo en la formación del llamado Pueblo Elegido (Israel), Depositario de la Promesa, y en su conducción, después de muchos pactos o alianzas con Yavé, hasta la Tierra Prometida… y hasta el Mesías Prometido. Lamentablemente cuando Éste vino a los suyos, los suyos no lo recibieron (Jn 1, 11).
Para que nosotros lo recibamos con amor, nuestro adviento tendrá que ser como el de María, que terminó en la Encarnación y en la Navidad del Hijo de Dios. Gracias a ello, nuestro adviento podrá llevarnos a un encuentro verdadero con Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre: ¡qué cercano Dios y qué grande el hombre desde ahora! Alegra pensar que al encarnarse en María, el Hijo de Dios se encarna de algún modo en todo hombre –¡también en ti y en mí! Rechacemos el Adviento Comercial, que nos acosa y asfixia, que nos distrae de su sentido profundo y que nos lleve a desfigurar y desvirtuar el sentido de la Navidad. Poner belenes, árboles de Navidad, coronas de Adviento, etc., tiene sentido cristiano y vale en cuanto nos lleva a entrar en comunión y compromiso con Jesús y con los hombres.