Queridos hermanos, hoy iniciamos un nuevo año litúrgico, el ciclo A, donde a lo largo del año meditaremos el evangelio de san Mateo. Al mismo tiempo, este domingo damos inicio al tiempo litúrgico del Adviento, que nos prepara para celebrar las fiestas de la Natividad del Señor, del Emmanuel, “Dios con nosotros”.
Durante el tiempo de Adviento resonará en la liturgia la venida histórica y escatológica de Cristo, que es buena noticia para los hombres de todos los tiempos.
El Adviento no puede significar una espera pasiva del Señor, sino que, por el contrario, debe movilizarnos a asumir en nuestras vidas la tarea de preparar al mundo para la segunda llegada del Salvador (parusía).
La liturgia de este I Domingo de Adviento claramente nos hace un llamado a la vigilancia. Pero, vigilancia por qué. Es necesario salir del adormecimiento de la vida. Del siempre se ha hecho así, o peor aún, estar acostumbrado a lo rutinario de la vida y del acomodo de la fe, sin descubrir la belleza de Dios cada día. Para no caer en esta actitud es necesario aprender a caminar a la luz del Señor.
Por otra parte, el evangelio de este domingo nos presenta un extracto del discurso escatológico de Jesús (contenidos en los capítulos 24 y 25). En este discurso se destaca el tema de la vigilancia. El evangelista lo hace a través de dos comparaciones (la de Noé y la del ladrón). Ambos relatos nos invitan a salir del acomodo de la vida y a estar expectantes para la llegada del Mesías, el Salvador.
Es por eso que, san Pablo, en la segunda lectura, nos invita a “espabilarnos”, pues nuestra salvación está cerca. Espabilarnos implica asumir las actitudes del Reino predicado por Jesús, lo cual, realmente hace visible esa transformación del mundo que, comienza con el misterio de Dios encarnado y hecho hombre entre nosotros.
Fue así como lo entendió san Vicente de Paúl, quien durante toda su vida supo contemplar a Cristo en la persona de los pobres. Fue capaz de descubrir el Misterio de la gruta de Belén en las calles de Francia, evangelizando y sirviendo a los pobres. Para esto pedirá a sus misioneros, la necesidad de revestirse del Espíritu de Cristo, que nos lleva a asumir en nuestras vidas, la misión de Cristo.
Como vicentinos estamos llamados a vivir aquellas actitudes de Jesús que son signos visibles de la presencia del Reino entre nosotros, presencia de Dios en medio del mundo. Tal como Dios se hace presente en nuestra historia. Que este tiempo de Adviento, que acabamos de empezar, nos ayude a comprender la importancia de preparar la venida del Emmanuel, “Dios con nosotros”, no solo de palabra y con adornos externos, sino con un corazón bien dispuesto que, nos motive a hacer obras concretas que visibilicen la presencia de Dios en el mundo.