FAMILIA QUE REZA UNIDA, PERMANECE UNIDA
El Hijo de Dios quiso tener una familia, esto dice mucho de la importancia de este núcleo de relaciones humanas, que determina en mucho el proceso de desarrollo humano de las personas. Aunque haya voces que pretenden acallar el rol de la familia, esta fiesta en la Iglesia la reivindica por siempre.
La oración de Ana en el libro primero de Samuel es escuchada por Dios, que le concede ser madre; pero repentinamente, aquella humilde mujer que aspiraba a la maternidad termina ofreciendo a su propio hijo al servicio cultual en el santuario de Silo donde estaba el anciano Elí. Esta historia es, sin duda, un intercambio de dones basados en la generosidad y el amor, en primer lugar, de Dios y después de aquella sencilla mujer.
La comunidad de Juan se siente sorprendida por algunos hermanos que no han logrado entender la relación de familiaridad que deben vivir sus miembros. Este es el sustento de lo que significa creer: vivir el amor en comunidad. No debe haber oposición entre la profesión de fe y guardar los mandamientos de Dios pues todo está basado en el amor de Cristo Jesús.
La iniciativa infantil de Jesús que nos narra el evangelista Lucas no así sino adelantar el destino de aquel que está llamado a cumplir con su propia vida las Escrituras. La admiración de los maestros de la Ley y de los propios padres de Jesús subrayan aun más que están ante el Hijo de Dios que está llamado a enseñar y dedicar su vida al plan salvífico del Padre. Jesús vivió sujeto a su familia, supo acoger todo lo bueno que recibió de sus padres, supo percibir todo lo que un ser humano de su tiempo absorbe como formación integral, desarrollándose en sabiduría, en salud y en gracia ante Dios y los hombres. ¡Gracias Señor, por entrar en nuestra historia! ¡Gracias, Señor, por bendecir a las familias de todos los tiempos! Agradece hoy a Dios por tu familia, por la unidad de tu familia, por el amor de tu familia, por la fortaleza de tu familia.