Con la fiesta de la Epifanía celebramos la manifestación universal del Hijo de Dios. El recién nacido, que se encarna en nuestra propia historia para salvarnos, no se circunscribe solamente a un lugar determinado, sino que viene a irradiar con su luz al mundo entero. Y será precisamente la luz la que vuelve a recobrar protagonismo en la por sí ya rica simbología de esta fiesta que pareciera un cuento lleno de ternura y amor con la mirada puesta en el portal de Belén.
Los Magos de Oriente, personas que intuyen el nacimiento del Hijo de Dios y se ponen en camino, escenifican e iluminan con sus actitudes los primeros momentos de la infancia del Salvador. Se dejan orientar por la estrella que les da confianza en la oscuridad de la noche; indagan y se interesan por el lugar donde se encuentra el Señor, preguntan a los doctores, analizan las Escrituras siempre con la mirada puesta “en el rey de los judíos que acaba de nacer” (Mt. 2, 2); perseveran en la búsqueda del Señor superando un sin fin dificultades: los rigores climáticos del desierto, la distancia, las incomprensiones, los celos y amenazas de Herodes…; adoptan una actitud de humildad, reconocimiento y amor cuando se ponen bajo la presencia del Redentor; le ofrecen todo lo que son y lo que tienen; vuelven a casa por otro camino porque la experiencia vivida amerita un cambio de vida y comparten con los demás la experiencia que han vivido.
A partir de estas profundas experiencias vividas por los Magos nos podemos preguntar: ¿Somos capaces de entender también nuestra vida en relación con el Señor desde la búsqueda, la luz que nos orienta, el camino, la superación de las pruebas, la humildad, la ofrenda agradecida, el cambio de vida y el testimonio de nuestra fe?.
Dejarse conducir por la luz contagiosa del Señor y por otras personas que se presentan en nuestro caminar; entender la vida como una “aventura” de riesgo aceptando los retos y desafíos de un futuro marcado por la ilusión y la esperanza de un encuentro gozoso; valorar el lado contemplativo y misterioso del silencio que nos dirige hacia las profundidades del espíritu; reconocer en la humildad de los demás el ejemplo que nos anima y una sucesiva cadena de actitudes podemos descubrir en este pasaje de los Magos que nos presenta la liturgia de la Epifanía.
Esta fiesta coincide con el inicio de un Nuevo Año. Buen momento para recapitular y hacer balance del anterior y para comprometernos en resoluciones prácticas desde las enseñanzas que nos presenta el evangelio en el día de hoy.