Queridos amigos reciban mi cordial saludo en este Domingo “día del Señor” que celebramos la solemnidad de Pentecostés.
Es una ocasión para dar plenitud al acontecimiento Pascual de Cristo. Él nos prometió el Espíritu Santo, y eso es lo que hoy celebramos, Jesús nos da su Espíritu para que nosotros seamos capaces de amar a Dios, amar al prójimo como el mismo Cristo nos enseñó.
El amor que nos llega por el Espíritu Santo es el amor de Dios, que “inhabita” en nuestra alma para conducirnos en la Verdad, construir la paz y la unidad.
El Espíritu Santo es la tercera “persona” de la Santísima Trinidad, y es Dios.
El Espíritu Santo, según el Credo Niceno-Constantinopolitano (325; 381)dice: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria…”
Celebrar Pentecostés es recibir el AMOR de Dios para dar testimonio de El, anunciar el Evangelio de Cristo a todos los pueblos.
La fiesta de Pentecostés nos concede la oportunidad de ser una Iglesia en Misión, somos llamados a ser “misioneros” de Jesús, continuar la Misión de Jesús.
La primera lectura (Hch.2,1-11) nos recuerda el día de Pentecostés que vivieron los Discípulos. El autor, Lucas, aprovecha para dar toda una grandeza a ese momento: “ruido”, “viento recio”, “lenguas de fuego”, signos de la presencia de Dios(teofanía). Y los discípulos quedaron “llenos del Espíritu Santo” y se dieron los efectos, “hablar las alabanzas a Dios dentro de diversidad de lenguas originales”.
El pecado de la construcción de la torre de Babel (Gn.11, 1-9) fue borrado por el poder del Espíritu de Dios. Se da la nueva unidad y la misma alabanza a Dio. El Espíritu restaura y hace nuevo todas las cosas dentro de la diversidad de lenguas, culturas.
El salmo 103, lo expresa bellamente en su antífona “Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la Tierra “.
La lectura de la carta de San Pablo a los Corintios (1Co.12,3-13), nos recuerda la necesidad del Espíritu Santo para confesar la fe en Jesucristo.
Y que el Espíritu es portador “de diversidad de dones, pero un mismo Espíritu”, al modo semejante de la unidad del cuerpo humano, “a pesar de ser muchos miembros, son un solo cuerpo”. Los dones de Dios recibidos son para construir la unidad, “para el bien común”.
Antes del Evangelio, se proclama la Secuencia de Pentecostés”. Una hermosa oración de invocación al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu divino”, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido”.
El evangelio de Juan ( Jn.20,19-23) recuerda que el día de la Pascua, vino el Señor Jesús donde estaban los discípulos y “se puso en medio de ellos, y les dijo:”Paz a ustedes”.
“Como el Padre me ha enviado, así también loa envío yo”. Sopló sobre ellos y les dijo: “Reciba el Espíritu Santo…”.
Recibimos el Espíritu de Jesús, para multiplicar su presencia en medio del mundo. Hemos de ser “sal y luz” para el mundo. Hemos de cuidarnos que el “espíritu del mundo” nos gane y multipliquemos el mal.
Seamos portadores del Espíritu de Cristo!!!
Pidamos a Dios nos conceda la gracia de su Espíritu Santo, que por su intermedio nos alcance sus “7 dones: Sabiduría, entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios”..
Nos alcance los “frutos del Espíritu: Caridad, gozo, paz, paciencia, bondad, mansedumbre, fe, …
Los tengo en mi oración y en la misa que celebraré hoy.
Sigamos orando para que el mundo no cierre sus puertas a la luz de su gracia.
Oremos por el amor, alegría unidad, paz, en sus hogares.
Oh María sin pecado concebida..Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.

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