FIRMES EN LA FE: “TÚ SABES QUE TE QUIERO”
Al mirar las lecturas me ponía a pensar en un dicho popular que lo podemos parafrasear: “Dime cómo va tu relación con Dios y te diré la calidad de cristiano que eres”. ¿Cómo va tu fe hermano? ¿Se nota que eres de Dios? ¿Se nota que perteneces a la Iglesia? ¿De verdad eres un fiel discípulo de Jesús? ¿Te fías de Él cada día, incluso en las pruebas?
Una de las cosas que caracterizaba el caminar de los primeros cristianos, junto a los mismos Apóstoles, es justamente el testimonio. Ellos Daban testimonio de Jesús Resucitado, y lo hacían sin temor, con valentía y con gozo en medio de las pruebas, pero igual fieles a Dios y en Él a la Iglesia. Cuando eres fiel a Dios y a su Santa Iglesia, vas a encontrar siempre gente que acepte el mensaje de Salvación de Dios, y gente que no acepte ese mensaje.
Los Apóstoles encontraron rechazo, aceptación y persecución: “fueron llevados al Sanedrín, el sumo sacerdote les interrogó y les dijo: ¿no les habíamos prohibido terminantemente enseñar en nombre de ése?” (Hch.5,27-32.40b-41). ¿Sabes que el “premio” por ser fieles a Dios y a la Iglesia? El martirio, el rechazo, la incomprensión, el dedo acusador, la persecución, etc. Con todo esto, ¿igual te animas a ser fiel discípulo de Jesús en la Iglesia?
No dudaron en denunciar quiénes fueron los que mataron a Jesús, y en dar testimonio de su amor en medio de las pruebas. ¿Cuánta gente hay, en el hoy de nuestra vida, que se atreve a “perseguir” a la Iglesia de Cristo? Hay gente que le gusta silenciar la voz de los profetas, de los que hablan y actúan de parte de Dios, porque su vida, su testimonio mismo les incomoda. Cuando quieres ser luz en medio de las tinieblas, no te extrañe que te rechacen. ¿Cómo salieron los Apóstoles, luego de testificar al resucitado en medio de las persecuciones? Salieron contentos: “salieron del Sanedrín gozosos de haber sido dignos de aquel ultraje por el nombre de Jesús”.
Hablar con total libertad, la de los hijos de Dios, para reconocer que Jesús es Salvador, es todo un reto en medio de un mundo incrédulo, relativista, y que rechaza y cuestiona las cosas de Dios: “y exclamaban con voz potente: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (Ap.5,11-14).
Firmes en la fe, debe ser la consigna de todo aquel que quiera ser discípulo de Jesús. Cuando te vienen dificultades, pequeñas o grandes, normalmente la reacción es de desgano, de rabia quizás, de impotencia, de desesperación pensando que ya nada tiene sentido, ni siquiera la vida misma. Irse a pescar, sin ánimo firme, sin aliento y sin fe; es como irse a la batalla sin armamento. Simón Pedro y los demás discípulos se fueron a pescar, de noche, con desánimo y con miedo, y por eso: “aquella noche no pescaron nada” (Jn.21,1-19). Pero la esperanza no se pierde, y es necesario fortalecerla en estos tiempos, donde el miedo quiere meterse de manera directa e indirecta nuevamente, o nos lo quieren imponer.
Tú que piensas que ya nada tiene sentido, que puedas estar viviendo una “noche oscura”, escucha la voz del Resucitado, lleno de esperanza: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán”. ¿Por qué no te fías de las palabras que salen de boca de Dios? ¿Te falta fe? (cf.Mc.6,6). Las palabras que salen de boca de Dios, siempre tienen fruto: “Lo echaron, y no tenían fuerzas para sacarla”. Pero la obra siempre será de Dios, que presta sus manos, pies y labios para actuar en su nombre (cf.Col.3,17).
Jesús examina del amor a su primer papa, como es Pedro, para preguntarle si le quiere: “Simón, hijo de juan, ¿me amas más que éstos?”. Su respuesta no se dejó esperar: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. ¿Cuál podría ser tu propia respuesta? ¿La misma del Apóstol? Pero ante la respuesta de Pedro, le hace un pedido especial: “Apacienta mis corderos”. ¿Quieres más a la Iglesia? ¿Hablas mal de ella? ¿La defiendes, la cuidas?
Para el discípulo hay una tarea grande, ser firmes en la fe, y no dejarse engañar por nada ni por nadie, y menos dejarse confundir por doctrinas contrarias a la recibida de los mismos Apóstoles. Eso es una forma especial de repetir la respuesta de Pedro: “Tú sabes que te quiero”.
Con mi bendición.