Queridos hermanos, estamos casi muy cerca ya de celebrar el gran acontecimiento que va a marcar toda nuestra vida como cristianos. Es éste el domingo de la alegría, un domingo que nos permite mirar la proximidad del salvador que viene a estar con nosotros.
El evangelio de este domingo vuelve a conducirnos a mirar la figura de Juan el Bautista, para poner de manifiesto el gran misterio de saber reconocer que la superioridad no depende de uno, sino de aquel de quien fuimos enviados a anunciar el año de gracia, el tiempo de conversión. Juan expresa con claridad yo no soy la luz. Esto es la clave para meditar en este tiempo, no somos la luz, pero sí somos el reflejo de la Luz, hablamos de la Luz, que viene a iluminar el camino de tinieblas, que fácil sería para cualquiera de nosotros decir, yo soy tal o cual persona, menospreciando la misma dignidad del otro. Hermanos: Juan no brilla por sí mismo, por sus obras o por su predicación a corazones endurecidos, sino que sabe reconocer que sus palabras son manifestación de la voluntad del Padre.
Yo soy la voz que grita en el desierto, es el segundo mensaje del tiempo de adviento que nos vuelve a recordar que hace falta tener el espíritu de conversión. Quizás la conversión predicada y vivida por el bautista sea una señal para fijar la mirada en la acción propia de su bautismo, que es el de conversión. Queda claro que su misión es llevarnos a Dios mediante los gestos y actitudes de conversión. Pero qué hacer para convertirnos, si muchas veces no sabemos qué camino tomar, si muchas veces seguimos en las mismas cosas, sin darle un sentido especial, si muchas veces el camino ya decimos conocerlo, si muchas veces la navidad ya es una rutina anual.
Queridos hermanos quizás sea el momento preciso para darle sentido a nuestro adviento a portas de celebrar la navidad. Y en esa línea les propongo algunas cosas para hacer de lo que queda de este tiempo un camino distinto.
1. Las velas de nuestra corona de adviento, ¿han tenido un significado en nuestra vida?, ¿qué nos han recordado?.
2. El pesebre de casa solo está lleno de animalitos y otras cosas, ¿no sería mejor ponernos nosotros en ese pesebre y contemplar como todos tiene la mirada fija en el que nacerá?.
3. Los pastores irán corriendo hacia Belén para adorar el Niño, nosotros ¿hacia dónde estamos corriendo?.
4. La casa está ya lista para las fiestas navideñas con todas las cosas propias de este momento memorable. Y nosotros, ¿ya hemos preparado el interior de nuestra vida para que nazca el Niño Dios?.
Que en estos días que nos faltan para llegar a la navidad, sea un motivo para ponernos a pensar como familia en la necesidad de estar atentos a los signos de los tiempos. Que el adviento no pase sin dejar huella.