CREERLE A DIOS, TAREA DE TODO CREYENTE

Querido y bien Amado Jesús: sabemos que eres un Dios de amor y de misericordia, que te compadeces hasta el extremo por cada uno de tus hijos dando tu vida por todos y por cada uno en particular. Pero a veces dudamos de poder, dudamos que puedes cambiar el luto en danzas, la tristeza en alegría, la enfermedad en salud, la muerte en vida; perdónanos Jesús. Pensamos, quizás que los milagros son producto de una ilusión, o de una psicosis, o que simplemente no se dan y que todo es puro engaño, perdónanos también por eso Jesús. Seguimos cerrados a tu amor, a tal punto que solemos exclamar a los cuatro vientos: “ver para creer”, nos invade el miedo que no nos ayuda a confiar plenamente en Ti y en lo que puedes hacer, porque grande es tu amor. Ayúdanos a creer más en Ti, en tu palabra que tiene poder, en tu acción misericordiosa. Que así sea.

Cuánto puede un testimonio lleno de fe, de amor y de esperanza que es capaz de suscitar fe, no sólo en las personas, sino en las comunidades. Eso les pasó a los primeros creyentes. Los Apóstoles aceptaron el reto de continuar la obra salvadora de su Maestro, no sólo no se quedaron callados y por eso testificaban a Jesús resucitado, sino que obraban con poder: “hacían muchos milagros y prodigios en medio del pueblo” (Hch.5,12-16). ¿Contagio mi fe a todos o con mi incredulidad los alejo? El fruto de un buen testimonio de fe es que la primitiva Iglesia, según esta lectura, crecía en número y en fe misma: “crecía cada vez más el número de los creyentes”.

Todo creyente está llamado a ser discípulo del Señor, para dar testimonio de su amor salvador; deja que Dios mismo ponga su mano para que hable sin temor, confiado que todo lo que hace es para agradar a Dios: “Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: no temas, yo soy el primero y el último, yo soy el que vive” (Ap.1,9-11ª.12-13.17-19). Jesús debe ser siempre la razón de su vida para todo el que quiera seguir, servir y amar al Señor.

El miedo, la desesperanza, la duda, el rechazo, el cuestionamiento a la fe sin fundamento, son algunos de los tantos “enemigos de la fe” que constatamos a diario. En medio de ese mundo en el que vivimos, Jesús viene como lo que es: paz y esperanza. Dice el evangelio de hoy: “entró Jesús, se puso en medio y les dijo Paz a ustedes” (Jn.20,19-31). Esa paz va de la mano con una certeza o una confirmación de que Él es real y no un invento del sufrimiento humano: “Y diciendo esto les enseñó las manos y el costado”. El fruto de ese encuentro con Jesús resucitado fue de gozo desbordante: “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. ¿Te animas a ser portador de paz o no? ¿Muchos, por tu fe y tu testimonio se llenan de alegría o no?

Jesús quiere continuar su obra de amor misericordioso, y por eso se vale de la Iglesia para mostrar el mundo que sí es posible vivir conforme a lo que Dios quiere. Le da poder o autoridad para perdonar los pecados a los Apóstoles, a sus ministros ordenados (sacramento de la reconciliación o penitencia) porque su amor es eterno: “a quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados”. En toda evangelización siempre habrá gente que acepte a Dios en su vida, y gente que rechace a Dios. Tú preocúpate de evangelizar, a tiempo y a destiempo (cf.2Tim.4,2); de sembrar, y hazlo con fe, sin vacilar. Tomás dudó del testimonio creyente de los apóstoles: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no lo creo”. Pero Jesús, aparece nuevamente glorioso, resucitado para mostrar su corazón misericordioso y sanar la incredulidad de Tomás, y llevarse el miedo del corazón de los mismos Apóstoles: “no seas incrédulo, sino creyente”, “dichosos los que crean sin haber visto”.

¿Eres, de verdad, una persona creyente? ¿Dudas? ¿Acaso los problemas pequeños o grandes, las dificultades, el anti testimonio de alguien te lleva a dudar del amor de Dios? Si es así, ¿en quién pusiste tu esperanza? La tarea será siempre la misma: creerle más a Dios y contagiar esa fe a los demás. Mientras le creamos a Dios, más vida tendremos, nuestra vida tendrá mucho más sentido.

Creerle a Dios es una tarea de todo creyente.

Con mi bendición.

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