Queridos hermanos: hemos iniciado un nuevo tiempo litúrgico que nos permite prepararnos para recibir con mucha alegría al Mesías, el Señor. Es un tiempo de gracia, un tiempo para caminar con la dulce espera de nuestra madre la Virgen María.
El evangelio de este primer domingo del tiempo de Adviento nos permite apreciar el gran anuncio que nos presenta el Señor: estén preparados y vigilantes. Dos palabras que nos llevan a reflexionar el sentido de este tiempo de Adviento: no es un tiempo simplemente para preparar la casa. Es un tiempo de vigilancia, un tiempo que nos permite estar en continua alerta, porque no sabemos cuándo llegará el día en que se manifieste el Señor. Es preciso preparar también el corazón, la mente, es prepararnos en familia, en la calle y nuestro trabajo, hay que prepararnos a conciencia no sólo para recibir los regalos, sino para recibir al Gran Regalo, al autor de nuestra vida.
Vigilantes es la segunda palabra que nos presenta el evangelio. Pónganse ustedes a pensar, si un vigilante se duerme, pueden pasar muchas cosas, es má,s puede perder hasta su propia vida, porque no ha velado a conciencia lo que el trabajo le ha asignado. Permanecer en constante vigilia también requiere dos actitudes nuestras: tener los ojos bien abiertos y el oído bien limpio para poder diferenciar con los ojos a los verdaderos profetas, que vienen a anunciar la llegada del Mesías y hay que saber distinguir lo bueno de lo malo. Y junto a ellos, nuestros oídos para estar atentos como las ovejas que escuchan la voz del único pastor que les conduce a pastos nuevos.
Queridos hermanos, con el Adviento iniciamos un nuevo año litúrgico e iremos encendiendo cada domingo una vela. Cada una de ellas debe tener un significado cuando la prendamos en casa. Les animo a que cada domingo le ofrezcan al Señor una petición en familia, por lo que más ustedes quieren, por lo que ustedes desean.
Que las velitas de cada domingo nos recuerden nuestra finitud en esta vida, que todos volvemos al lugar de donde salimos, solo estamos aquí por un tiempo, que es según la voluntad de Dios. Que las velas de nuestra vida no se apaguen, se mantenga como las lámparas de las vírgenes prudentes en velas, y con aceite suficiente, porque no sabemos la hora ni el día en que llegara el Señor. Que nos encuentre el Señor con los frutos necesarios, y con los talentos bien trabajados.