Y llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su único Hijo nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley.
Queridos hermanos, hace algunos meses escuchábamos este fragmento bíblico, para hacer presente en medio del pueblo de Dios, la tan ansiada espera: poder contemplar entre nosotros al Verbo Encarnado. Desde aquel día, el Señor ha estado con nosotros en persona hasta llegar los días cumplidos en la tierra, para luego partir al lugar de donde salió.
Este domingo, es el día en que el Señor hace el regreso del lugar de donde vino, el lugar del Padre. Sin duda desde la dimensión humana-espiritual, lo hemos sentido como los primeros discípulos siguiendo la promesa del profeta Isaías a un Dios-con-nosotros. Él desde su condición divina ha deseado participar de nuestra naturaleza, abriendo un puente para participar también nosotros de su divinidad.
Siempre esperamos el día final de una persona, para emprender con valentía el legado que deja y las exigencias que requiere. El Señor asciende a los cielo, para estar a la derecha del Padre, y siguiendo la lectura del evangelio, la despedida se produce no en un marco de dolor, no en una partida sin sentido, sino dentro de un momento especial: la tarea de ahora en adelante será mucho más difícil. Vayan por todo el universo, es el mayor desafío que pueden afrontar los discípulos, es salir de la comodidad para empezar a experimentar con realismo las exigencias propias de la tarea evangelizadora. No nos dejó un manual, pero nos deja un verdadero amor, amansen unos a otros. Quizás la tarea se centre en ello, en el amor, porque con el amor todo lo podemos.
La tarea ha comenzado con ese pequeño gesto de dejarnos la tarea total en nuestras manos, es la hora en que todo lo que hemos visto, todo lo que hemos escuchado, todo lo que nos dejó como ejemplo, toca desde nuestra realidad hacerlo presente en cada instante. Todo parece indicar que no estaremos solos en esta tarea maratónica pues el Espíritu nos acompañará en todo lo que hagamos desde los sentimientos y las enseñanzas del Señor. No nos quedamos solos, nos quedamos en un ambiente de vida comunitaria.
Centrados en la vida de comunidad nuestro reto se hace mucho más fácil, porque todos somos parte de ese cuerpo que tiene como única cabeza a Cristo, todos cumplimos de ahora en adelante una vocación específica, una vocación que mira lo más profundo del hermano. Los hermanos dentro de la comunidad serán el motor que nos ayuden hacer la tarea desde distintos ámbitos, sin duda solos no lo podemos hacer, no somos el Mesías, somos parte de la comunidad de la Iglesia que ha recibido la gran tarea de hermanar pueblos y naciones.
Queridos hermanos en este día maravilloso, no nos olvidemos de dar gracias al Dios de la vida, por la vocación de ser madres de muchas mujeres, que este sea un día lleno muchas bendiciones.
FELIZ DIA MAMÁ VICENTINA