Queridos amigos

 

Hay en el evangelio páginas, como la de hoy (Mt 5,38-48), que algunos llaman páginas incómodas, porque su contenido nos choca y fastidia (incomoda). Yo las llamo páginas divinas, pues por su excelencia y exigencia de perfección, nos piden ser perfectos como Dios es perfecto (Mt 5, 48). Enumero aquí las tres excelencias  –los tres imposibles, para otros -, que nos plantea el evangelio de hoy. 1. “No hagan frente a quien les agravia…”; 2. “Amen a sus enemigos…”; 3. “Sean perfectos como su Padre Dios…”

 

¿¡Alguna vez, en su evolución, podrá el hombre llegar a estas alturas espirituales!? Jesús, María y muchos santos y hombre de buena voluntad, llegaron. Digamos entones que no es imposible. Veamos algún detalle de cada una de estas tres máximas.

  1. No hacer frente a quien nos agravia es una invitación a practicar y vivir la no violencia activa, de la que tanto nos habla el Papa Francisco. No se trata de dejar que te pisen sino de resistir, de ser firme y exigente en tus convicciones, pero sin violencia. Como lo hizo Gandhi que logró la independencia de la India con la no-violencia, sin disparar un tiro. No responder con fuerza a la fuerza, pero tampoco ser “pasotas”; hay que salir y meter ruido y lío, como nos lo pide a cada rato el Papa Francisco.
  2. El perdonar al prójimo de corazón, incluido el enemigo, es difícil, pero no imposible. Jesús y muchos otros lo han hecho y lo siguen haciendo. Cuando decimos que perdonar es divino, estamos diciendo ante todo que es potestad de Dios, pero también que eleva a quien perdona a las cumbres donde Dios habita. Perdonar denota grandeza de alma y libertad de espíritu. Es ponerse más allá y más arriba de las mezquindades y torpezas de quien te ofendió. Perdonar es liberarte y no permitir que quien te dañó continúe haciéndolo, al llenarte de rencores y rabias, que te paralizan y enferman.
  3. La tercera gran máxima del evangelio de hoy es la invitación a marcar la diferencia, a ser alguien distinto en la vida. El cristiano no es masa ni del montón, sino siempre persona. Actuando y respondiendo a las circunstancias según su conciencia y su leal entender. Nunca por slogans o consignas o modas. Ni por conveniencias o intereses, sino por principios y metas altas. Si tú saludas sólo a quien te saluda, ¿qué merito tienes? Esto lo hacen también los mundanos. O si invitas sólo a quien te invita… El cristiano tiene que ser y portarse en todo como alguien distinto, que se desmarca y se hacer notar…, aunque esto provoque a muchos.

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