Las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12a) son como el Pórtico de Entrada al Sermón de la Montaña, en el que Jesús nos dio la Ley de la Nueva Alianza, muy superior a la que nos diera Moisés con las Tablas de la Ley (los diez mandamientos). Justamente es lo que nos dice el evangelio de hoy (Mt 5,17-37), al mismo tiempo que nos presenta cuatro botones de muestra. (Los evangelios de los domingos siguientes nos presentarán otros). Junto con dar al Padre la satisfacción debida, con redimirnos y darnos ejemplo de vida, el Señor Jesús vino a este mundo para corregir las desviaciones introducidas en la Ley de Dios (ver estos tres casos: Mt 19, 8+; Mc 2,17; 7, 11+).
Con el máximo respeto a la Ley y los Profetas, que constituyen toda la Ley (Revelación) del Antiguo Testamento, Jesús dice que no ha venido a abolirla, sino a darle cumplimiento. Es decir, a enriquecerla y llevarla a la perfección, revelando los múltiples matices que encierra y que también hay que cumplir. Ciertamente no hay que matar, pero tampoco hay que molestarse con el hermano. No hay que cometer adulterio, pero ni con la mirada… No basta con conseguir acta de divorcio, pues el divorciad@ comete adulterio si está con otr@. No hay que jurar en falso, sino simplemente decir SI o NO.
Lo susodicho es importante, pero es importante también, y mucho, lo que Jesús añade en cada uno de los cuatro casos. Por ejemplo, las dos breves parábolas con las que remarca positivamente lo que va implícito en el 5º mandamiento: no matar. No basta con no matar y no insultar y no enojarse con el prójimo. Hay que hacer ver y practicar la primacía de la caridad. En primer lugar la reconciliación con el prójimo como condición ineludible -sine qua non-, de que Dios nos perdone. Si tu hermano está enojado contigo, aunque supuestamente tú no le hayas dado motivos, déjalo todo y vete a reconcíliate con tu hermano… Haz esto cuanto antes, enseña la segunda parábola, pues la caridad cristiana no admite dilaciones. Todo esto es hilar muy fino y es indispensable cuando se quiere vivir la perfección cristiana.
Pero en el Sermón de la Montaña, que estamos viendo, hay algo mucho más importante todavía. Mucho más importante que las cosas que se nos proponen, con ser sublimes y casi ideales, y mucho más importante aún que cumplirlas escrupulosamente. Lo máximo es adherir y seguir a Jesucristo, que es quien nos las propone. En el yo les digo, de Jesús, que repite varias veces, mucho más que lo que nos dice vale Quién lo dice: la Palabra de Dios, consustancial al Padre (Heb 1, 1-3). Él es la Nueva Ley, la Norma de todo, la Regla de vida a seguir, especialmente por los cristianos, que por el bautismo han sido injertados en Jesucristo.