Queridos hermanos, por si nos hemos olvidado… aún seguimos en el camino pascual. La luz pascual, sigue brillando en las tinieblas y sigue iluminando nuestras vidas. No perdamos el faro, no perdamos nuestro horizonte, si no tenemos un guía que nos oriente el caminar, podemos tomar caminos y atajos distintos que nos lleven a aliarnos con el mal.
Yo soy la vid y ustedes los sarmientos. Sin duda la imagen que podemos traer a la memoria es aquel gesto maravillo del Señor, de separar lo bueno y lo malo. Podemos imaginarnos unas uvas desabridas, sin sabor, no me imagino la calidad de vino que podría salir de ellas. Por ello en este tiempo pascual no podemos perder nuestra esencia, no podemos perder nuestra naturalidad, tenemos que ser auténticos para que nuestro mensaje pascual tenga sabor y color, y dejar a un lado nuestra cara de pocos amigos. Pero un buen sarmiento pasa por un proceso de conversión, hay que convertir el corazón, hay que purificar la vida, purificar los sentimientos, purificar nuestras intenciones, para dar buenos frutos.
Porque sin mí no pueden hacer nada. Creo que este es el mensaje central de este domingo, porque muchas veces queremos orientar nuestra vida sin tener presente que hay uno que nos orienta y guía, y en ese sentido cobra realce el faro que les propuse al iniciar esta reflexión, desde él, la vida y la barca nunca perderán el horizonte. Nos mandamos solos, nos creemos semidioses, nos creemos autosuficientes, nos creemos lo máximo, olvidándonos que muchas veces arriesgamos tanto y nos lanzamos sin medir las consecuencias y después vienen los lamentos.
No debemos perder de vista que del Señor tomamos las fuerzas necesarias para realizar cualquier cosa. Solo un verdadero cristiano podrá ser capaz de trasmitir una auténtica verdad y un testimonio coherente, ser buenos testigos del Resucitado.
Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en la cual se encuentra el manantial de la vida de ellos. Así es para nosotros los cristianos, todo depende del Señor, todo tiene su punto de partida y su punto de llegada en él, si él no está en el centro de la vida de cada cristiano, entonces para qué nos llamamos cristianos, podemos ser cualquier tipo de persona menos cristianos. Debemos estar convencidos de nuestra vocación, y de nuestra realidad. Así, nuestro bautismo nos ha prefigurado para ser sarmientos buenos y una vid verdadera, hemos recibido del Señor gratuitamente el don de la vida nueva y podemos quedarnos en comunión vital con Cristo.
Queridos hermanos que estos días de alegría pascual, no se vean empañados por nuestras malas acciones, por nuestra desidia de no hacer las cosas bien, nunca perdamos de vista la vid verdadera, seamos auténticos.
El compromiso es seguir siendo buenos cristianos y contagiando la alegría pascual.