Queridos hermanos, seguimos haciendo camino en este tiempo que el Señor nos regala para acompañarlo y vivenciar, más a fondo, el compromiso de la vida cristiana.
Recuerdo que hace mucho tiempo, unos amigos me preguntaron: Cómo puedes vivir aún dentro del seminario; mi respuesta fue que, a pesar de mis limitaciones y defectos, sino fuera por los tiempos de oración, esta vocación ya se hubiera perdido. Creo que es necesario para emprender planes debemos centrarnos en Dios y desde él guiarnos hacia adelante.
Algo parecido podemos observar en el evangelio de este domingo, todas las cosas que emprende el Señor los hace desde Dios, desde aquel de quien ha recibido el mandato de enseñar. La gente está en busca del Señor, lo busca porque necesita de él un signo que no lo puede hacer otra persona, lo buscan porque su ansia de ser sanadas, es mayor que sus miedos. Lo buscan porque el espíritu que llevan dentro, ha reconocido que el Señor es el dueño de la vida.
Por tantas cosas, las personas buscan estar con él Señor, desean estar cerca de él, porque solo él les puede devolver la esperanza que han perdido. Solo él les puede devolver y reincorporar a la sociedad. Que difícil debe ser convivir con algún mal en el cuerpo, que difícil será perder la esperanza; pero más difícil debe ser olvidarnos que existe un Señor que lo puede todo; vengan a mí… que yo los aliviaré dice el Señor.
Esta gente, presente en el evangelio, ha descubierto una fuente mayor, y por ello vienen a golpear la puerta, porque dentro de esa casa esta su verdadera libertad. Que gran signo que se nos presenta, todos en busca del Señor, todos salen a buscar su libertad.
Volvamos al Evangelio, el relato sigue, y parecería, que el Señor quiere abandonar a estas personas sedientas, y expresa: “Vamos a otra parte”, es decir vamos a otros lugares llevándoles el regalo que traigo de parte de Dios. Quiere por tanto que todo el mundo sepa que la liberación ha llegado: el Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me enviado a anunciar la buena noticia, a dar libertad a los oprimidos y a curar a los enfermos. Esta es la verdadera misión, cumplir con lo que el Espíritu le impulsaba.
Queridos hermanos, muchas veces nos quejamos de muchos males, de muchas preocupaciones, de tantas penas, que nos olvidamos que tenemos un gran mediador, que puede obrar grandes cosas en cada uno de nosotros. No podemos vivir solo esperado un milagro, no podemos vivir solo conformándonos con nuestras pocas fuerzas, tenemos que pedirle al Señor que nos devuelva lo que más nos hace falta. No perdamos la fe, si antes no hemos sido capaces de reconocer el poder del Señor.
Que esta semana sea un tiempo para proponernos salir en busca de Dios, y no bajar la guardia de nuestra oración personal y en familia. Buena semana para todos.