Este domingo el evangelio nos presenta al Señor Jesús, acompañado de aquellos a los que va llamando y los invita a seguirlo pue quiere hacer de ellos pescadores de hombres, junto con estos que le sigues el Señor Jesús va caminando y visitando las ciudades, en este caso visita Cafarnaum, donde participa con la comunidad del culto que celebra cada sábado, Pues como buen judío Él y los que le siguen son personas practicantes de su religión.
La presencia del Señor Jesús en medio de la comunidad de Cafarnaum, que se ha congregado en la sinagoga, como cada sábado para la celebración ritual donde se proclama la Palabra de Dios, es para realizar una tarea que Él tiene muy clara y que sabe que debe realizar, “he sido enviado para anunciar a todos los pueblos la “BUENA NOTICIA”. La enseñanza que realiza el Señor Jesús es reconocida por los presentes como una enseñanza hecha con autoridad por el Señor, y es que Él enseña muy diferente que los escribas. La enseñanza que hace es para suscitar en el corazón de los que le escuchan una alegría inmensa pues los lleva descubrir nuevamente que Dios si se interesa por ellos, que escucha sus oraciones, que sobre todos derrama su bendición, que los ama como un Padre ama a sus hijos pues realmente Él es el Padre de todos y nadie queda excluido de su amor y por lo tanto de su salvación.
La actitud de la gente que se encuentra presente en la sinagoga es reconocer que enseña diferente, casi como decir qué bonito lo que enseña, que buen mensaje que nos da, pero que no van más allá y estén dispuestos a seguirlo.
En un segundo momento se nos hace saber, qué en medio de la asamblea reunida en la sinagoga, hay un hombre con un espíritu inmundo que reconoce quien es Jesús a quien lo experimenta como una amenaza contra él, pero qué a pesar de todo, este espíritu inmundo es capaz de obedecer al Señor Jesús, cuando le manda que salga del hombre poseído al que abandona luego de hacerlo retorcer.
Nuevamente la comunidad que se ha reunido en la sinagoga para el CULTO reconoce que el actuar del Señor es con autoridad sobre todos.
Por nuestra manera de haber aprendido a vivir nuestra fe, muy devocional pero poco comprometida nos pone más atrás de los espíritus inmundos, ya que estos reconocen, escuchan y obedecen al Señor Jesús, y en todo caso nosotros escuchamos, reconocemos, comprendemos, pero no siempre hacemos lo que el Señor Jesús enseña con autoridad.
Ya que la fe como regalo de Dios a nosotros nos lleva a creer en Él, que la fe como un acto nuestro, donde reconocemos a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador nos vaya haciendo comprender que, así como lo reconocemos y escuchamos también debemos poner en práctica sus enseñanzas.
Tenemos que llegar a unir en la vivencia de nuestra fe tanto la DEVOCIÓN como la ACCIÓN y de esta manera también nosotros podamos dar testimonio y la fama del Señor se extienda por toda la tierra como en aquel entonces se extendió en todas partes en la región de Galilea.