BUEN PASTOR AL ESTILO DE JESÚS

“En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas”. Estas palabras las he recogido de la carta que envió el Papa Francisco a los obispos de Chile el pasado 8 de abril por motivo de los escándalos ocurridos años atrás por miembros del clero y que han dejado una gran herida en muchos corazones de hermanos nuestros, y he considerado poner en el encabezado de esta reflexión porque tiene mucho que decirnos en este cuarto domingo de Pascua, en que la Iglesia nos pide orar por las vocaciones sacerdotales. Estoy convencido de que no solo el Papa debería pedir perdón por lo acontecido sino también muchos obispos, superiores provinciales y sacerdotes, porque no se buscó en su momento discernir mejor las cosas olvidando asumir la responsabilidad de lo que realmente significa ser sacerdote en la Iglesia católica. Pero como también lo refirió el Papa en la Evangelii Gaudium aun en medio de la oscuridad de nuestros pecados “se abre una gran oportunidad” para reflexionar y tomar las precauciones necesarias en vistas del cuidado que debemos tener por todos cuantos han asumido y asumirán esta consagración en el sacerdocio único de Cristo. Pedro y Juan, en la primera lectura de este domingo, no han curado con su poder, lo han hecho en el nombre de “Jesucristo Nazareno”; por tanto, que jamás se pretenda endiosar a los sacerdotes y menos aún que éstos se crean “sanadores”, porque no lo son. Ya basta de confundir a los fieles. La fe y la oración de la comunidad mueve montañas, sí, y Dios puede obrar por medio de sus hijos curación corporal y espiritual, pero no desviemos la atención de quien es el único “sanador” y “reparador de fuerzas”: Dios. El autor de la carta de Juan nos recuerda que somos “hijos de Dios” y ¡lo somos! Aunque tengamos ministerios en la Iglesia no se debe considerar al sacerdote como alguien “especial” (en el sentido exagerado del término) o “respetar en demasía”; es un hermano con una misión particular, que necesita de tu oración, que necesita también de tu comprensión como tú se lo pides y exiges. Esta vocación es tan santa como la del padre o madre de familia, o como del soltero o soltera que se realiza en su vocación particular, y por tanto es preciso que aprendamos a cuidar como buenos hermanos la vocación de cada cual. Estamos llamados a que nuestro amor de consagración sea para todos, ayúdennos a luchar contra las “amistades particulares” que al final nos pueden llevar a desorientar nuestra vocación y favorecer exclusivismos enfermizos. El evangelio de Juan nos recuerda que el único Buen Pastor es Jesús pues para eso ha venido al mundo para reunir al rebaño en un solo redil, y tiene todo el derecho del mundo, porque ha entregado su vida por este rebaño. Este es nuestro modelo y patrón de seguimiento, y de esta forma, el ministerio sacerdotal tiene sentido desde la ofrenda de la propia vida por el servicio a los hermanos. Ya es tiempo de corregirnos por amor al pueblo de Dios y a quienes vendrán detrás de nosotros, que siguen acogiendo con generosidad el llamado, pero necesitan de hermanos mayores que puedan ser ejemplo de un buen pastoreo al estilo de Jesús. ¡No más asalariados! ¡No más despreocupados por el rebaño del Señor! ¡No más distinguidos funcionarios

de lo religioso! ¡No más heridas entre las ovejas de este redil! Yo como sacerdote te pido perdón también por mis miserias y pecados, pero te ruego que no dejes de orar por mí y por mis hermanos, y por los que vendrán, porque allí donde haya un corazón generoso de donarse como sacerdote actuará la gracia del Espíritu en él. Y no te olvides que, aunque la sombra del pecado pise fuerte, la gracia de Dios sobreabundará, porque es “mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres”.

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