Queridos hermanos:
Nos estamos acercando al final de la lectura del evangelio de San Lucas. Como sucede con los otros dos evangelios sinópticos, en los capítulos finales aparece un género literario conocido como “apocalíptica”. De hecho, la lectura del evangelio de este domingo está tomada del capítulo 21 de San Lucas, un capítulo que está escrito precisamente en este género literario apocalíptico. Para entender el mensaje de este texto, primero debemos estar familiarizados con el género literario en que está escrito. Y para familiarizarnos con él, debemos conocer el contexto en el que se escribió.
El evangelio de san Lucas fue escrito alrededor de los años 70 u 80 d.C. ¿Qué estaba sucediendo con la Iglesia precisamente en esta época? Sabemos por la historia que, a finales del siglo I, el cristianismo estaba siendo perseguido por los judíos primero y por los romanos después. Ser cristiano, en este tiempo, era casi como ser un condenado a muerte. Esto obligaba a los discípulos de Jesús a vivir y reunirse a escondidas. Y no solo eso, sino que la situación de tensión e incertidumbre hacía que muchos dudaran de su fe. Fue una época de muchas deserciones. Hacía falta una llamada de atención, una llamada a la fidelidad, una invitación a la resistencia y a la esperanza, para evitar que el proyecto de Jesús se esfumara.
En este contexto aparece la literatura apocalíptica. Y también aparecen textos como el capítulo 21 de San Lucas. Son textos que fueron escritos para invitar a la fidelidad en medio de un contexto de miedo y abandono. La situación tensa que vivía la comunidad cristiana en esta época la podemos descubrir en frases como: “No se dejen engañar, porque vendrán muchos usurpando mi nombre” (21,8); “cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se aterren” (21,9); “Les echarán mano y los perseguirán, los entregarán a las autoridades de las sinagogas y los meterán en las cárceles” (21,12); “serán entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de ustedes” (21,16). Es lógico que ante esta situación de terror, muchos cristianos se plantearan la posibilidad de abandonar la comunidad, de renunciar a su fe, todo por salvar su vida. Precisamente, este texto lanza invitaciones a fidelidad y a la esperanza para evitar las renuncias. En este texto del evangelio, estas invitaciones las notamos en frases como las siguientes: “cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se aterren; es necesario que primero pasen estas cosas, pero el fin no es inmediato” (21,9); “los conducirán ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto sucederá para que den testimonio” (21,12-13); “todos los odiarán por causa de mi nombre, pero no perecerá ni un cabello de su cabeza” (21,17-18). En medio de tanto miedo, alguien tenía que trasmitir tranquilidad. Y ese fue San Lucas, recordando las palabras de Cristo.
Quizá la frase que mejor resuma estas invitaciones a la fidelidad y a la esperanza es aquella con la que concluye la lectura de este domingo: “Con su perseverancia salvarán sus vidas” (21,19). Y quizá de aquí podamos extraer el mensaje para nuestras vidas. Es muy fácil ser discípulo de Jesús en tiempos de calma o cuando no existen mayores dificultades. Y es muy fácil también renunciar a las convicciones de fe cuando el seguimiento de Jesús se pone difícil. De hecho, son muchos los que, ante alguna dificultad o exigencia dentro del cristianismo, prefieren la comodidad de una vida sin complicaciones y lejos de la Iglesia. El problema es que la infidelidad a Jesucristo puede resultar cara. Recordemos que Jesús en algún momento dijo: “Cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre” (Mt 10,33). Más bien, la frase de hoy, nos invita a salvar nuestras vidas mediante el compromiso fiel y resistente con Jesús y su Iglesia, sobre
todo cuando ser cristiano resulta complicado. Aun cuando hoy no estamos viviendo tiempos de persecuciones como en la época de San Lucas, podemos encontrar situaciones en las que ser fiel a Jesús requiere valentía y fidelidad: vivimos en medio de un mundo que pretende relativizar los valores cristianos, quitando de en medio todo lo que suene religioso, incluyendo a las personas. Son precisamente estas situaciones las que nos dan la oportunidad de demostrar nuestra fidelidad a Jesús. En medio de burlas, contradicciones, dificultades, miedos y sacrificios que podamos encontrar hoy, recordemos que “por nuestra perseverancia, salvaremos nuestras vidas”.