GRACIAS A LA CONSTANCIA SALVARÁN SUS VIDAS
La profecía de Malaquías que escucharemos manifiesta el tiempo difícil que vivió Israel después de la vuelta del exilio. La desesperanza empezó a hacer presa de los exiliados y la exigencia de la fidelidad en este contexto toma matices de seriedad únicas. La dimensión escatológica aumenta en estas profecías señalándose el día del Señor como el momento del juicio divino en el que se ofrecerá la salvación a los justos y en cambio a los malvados el castigo definitivo. Este tiempo no se señala específicamente, y pasa a ser un lenguaje de advertencia para aquellos que viven confiados de su seguridad temporal y dudan de que el Señor haga justicia pronto.
La tradición paulina recuerda que Pablo no fue un peso para ninguna de las comunidades que visitó, pues a diferencia de los misioneros judeocristianos que exigían el derecho de ser atendidos, Pablo trabajaba con sus manos para satisfacer sus necesidades, pero, además, como él se desenvolvía en el mundo griego, si pedía algo a cambio podía ser confundido con las religiones mistéricas que pululaban en aquel tiempo. Así, siendo esta una carta tardía, los seguidores de Pablo toman este dicho de Pablo para despertar el ánimo de los que se habían dado al abandono con el afán de “esperar la parusía” sin hacer nada. Como dice el mismo texto, se pasaban la vida metiéndose en la vida de los demás sin ocuparse en nada. Es una clara exhortación a no confundir esperanza con no nacer nada; hay que ganarse el pan con el trabajo cotidiano.
El evangelio de Lucas nos presenta un discurso donde Jesús predice la destrucción del Templo de Jerusalén. La comunidad cristiana primitiva vivió la destrucción del lugar santo, y creyeron que tal acontecimiento podía ser la irrupción del tiempo final en que Jesús vendría a instaurar el reino de Dios. Aquellos tiempos convulsos de la destrucción de Jerusalén trajo consigo la expectativa de falsos mesianismos, y los aires de guerra trajeron abajo la paz de la ciudad santa, pero no fue el tiempo de la venida de Jesús. En este evangelio, la concepción de la parusía ya no es urgente, las desgracias provocadas por las fuerzas de la naturaleza y por la maldad del hombre tienen que darse, pero lo que realmente importa es la oposición al evangelio y los cristianos que la profesan, pues esto traerá mucho daño. Es momento de confiar y ser perseverantes ante la adversidad de ser rechazados por la propia familia, y eso, en definitiva, los salvará.