Este domingo el evangelio nos presenta al Señor Jesús hablándole a sus discípulos sobre los signos de los últimos tiempos. Signos que señalaran la llegada del Hijo del hombre acompañado de sus ángeles para reunir a sus elegidos de todos los lugares de la tierra.
Para facilitar la comprensión de su enseñanza el Señor Jesús les habla sobre su experiencia que les hacer saber reconocer la llegada del verano al contemplar la planta de higuera cuando empieza a brotar, pues de la misma manera cuando vean realizarse los signos de los que les ha hablado al principio deben saber que el salvador está cerca, y que si por un lado los signos son portentosos e incluso aterradores los creyentes no deben de perder de vista que quien viene, fue enviado por Dios Padre, como salvador. Para dar validez a sus palabras les habla que sobre el cielo y la tierra que pueden pasar, pero afirma que sus palabras no pasaran.
Y termina asegurando algo que a veces nos olvidamos y esto es que el día y la hora de que todo esto suceda solo lo conoce el Padre, que lo ha enviado.
Siendo así que solo el Padre conoce el día y la hora entonces al igual que a los discípulos también a nosotros nos conviene estar atentos a los signos para saber reconocer la vuelta del Salvador y esta atención prestada en nuestro diario vivir nos llevará a vivir avisados de que debemos realizar aquello que el señor por medio de su palabra nos comunicó de parte del Padre y es lo que nosotros debemos hacer.
Y a propósito de lo que debemos hacer no está de más recordar aquí un pasaje que aparece en el evangelio según san Mateo casi al final del capítulo 25, 31-46 y esto en consonancia de la celebración de la VIII JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES, este domingo XXXIII del tiempo ordinario y que como bien lo recordaba el Papa Francisco quiere ser una preparación previa para celebrar el próximo domingo, la fiesta de JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO y de esa manera no olvidemos lo que confesamos de Nuestro Señor Jesucristo “que es Dios y Hombre verdadero.
Que este domingo el Señor Jesús en la persona de un pobre sea acogido en nuestra mesa junto con nuestra familia y compartamos con él, no solamente el alimento, sino que, también compartamos la oración…
Una memoria agradecida a mi señora madre que nos enseñó desde pequeños, que Dios se sentaba con nosotros en la mesa cada vez que aquel mendigo anciano, que solía aparecer casi una vez al mes o tal vez un poco más, era invitado a participar de nuestra mesa de familia numerosa. Aquel día nos sentíamos importantes porque Dios había venido de visita y compartía con nosotros la comida.
FELIZ VIII JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES.
QUE TODOS TENGAN SU ENCUENTRO CON EL SEÑOR JESÚS EN LA PERSONA DE LOS POBRES…
UN GRAN ABRAZO PARA TODOS.