Queridos amigos
¿Resucitan los muertos? Es la gran pregunta que los hombres se han hecho desde siempre. En el evangelio de hoy (Lc 20, 27-38) discuten sobre la resurrección de los muertos, un grupo de saduceos, que no creían en la resurrección, y Jesús, que no solo cree sino que profetiza su propia resurrección y garantiza la de todos. ¿Por qué los saduceos no creen en la resurrección de los muertos? No dan razones. Simplemente no se imaginan cómo puede ser la vida de los resucitados… La respuesta de Jesús es contundente y los deja malparados y corridos.
No se puede negar la resurrección simplemente porque nos cuesta creer lo que no vemos ni imaginamos. Creemos lo que nos parece verosímil, como, por ejemplo, la existencia de extraterrestres inteligentes. O lo que nos parece históricamente comprobado, como la resurrección de Jesucristo. No lo hemos visto -(salvo algunos privilegiados a quienes Jesús quiso aparecerse)- pero nos parece posible, dados el poder de Dios y la multitud de los testigos; y razonable, dada nuestra insaciable ansia de vida y la necesidad de que se haga justicia, cosas que no son satisfechas en esta vida.
Acabo de señalar dos de las razones que tornan creíble la resurrección de los muertos. Para nosotros, los creyentes, la más poderosa es que Jesús resucitó. Y si Él resucitó, la resurrección es un hecho, incluso histórico, que anticipa y garantiza la resurrección de cuantos hayamos muerto en Cristo (1 Cor 15,11-23). Todo esto es más que consolador y, junto con llenarnos de esperanza y optimismo, debe hacernos llevar la cruz (deberes, enfermedades, trabajos …) con la seguridad algún día (Jn 3, 14-15) de nuestra exaltación. Decididamente, así como en la vida de Jesús su resurrección fue lo más importante que le pasó, así también en nuestras vidas nuestra resurrección será lo más importante que nos pase.
Juan ((Jn 12, 24) y Pablo (1 Cor 15, 35-49) nos dicen algo sobre cómo será la resurrección de los muertos. Digamos, por si acaso, que no tiene nada que ver con la “vuelta a la vida” de los llamados “muertos clínicos” (revivir) o de las tres llamadas resurrecciones hechas por Jesús. La resurrección es más que una vuelta a la vida humana terrenal. Es un renacer al más allá (Ap 21, 1-4) y a otro estilo de vida (como la de ángeles). Tampoco tiene nada que ver con la llamada reencarnación, según la cual el alma va pasando de encarnación en encarnación (en cosas, animales y personas), purificándose, y cuyo concepto del hombre y de Dios, del premio y del castigo, es incompatible con el de los evangelios. ¡Vivamos ya como resucitados!