La sencillez vs. la soberbia
¿Sabes Señor Jesús cuánta soberbia tenemos en nuestro corazón?, te cuento Jesús que tú nos das ejemplo de sencillez pero no te hacemos caso a veces. Nos gusta, querido Jesús, “figurar”, o a veces pasar por encima de los demás sin darnos cuenta quizás del daños que podamos hacer. A veces, Jesús, nos damos de egoístas, porque no queremos saber nada de nadie. Perdónanos Jesús, tú naciste pobre, tú creciste pobre y sencillo… ¿Sabes Jesús? Te pusiste incluso como ejemplo de sencillez cuando dijiste: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón…”, pero no queremos aceptar ese reto; perdónanos Jesús. No queremos, Jesús, aceptar tus exigencias, pensamos que “equivocas” al exigirnos, y te decimos que actúas con rigor y queremos verte sólo como un Dios “buenito” que no nos exija; perdónanos Jesús. Ayúdanos, como dice tu salmo 130 de hoy domingo a guardar en nuestra alma, junto a ti, tu paz, esa paz que viene de tu Espíritu. Amén.
¿Alguna vez te has preguntado si la soberbia o el orgullo son amigos de la sencillez?, ¿o si la desobediencia es amiga de la obediencia? Si analizamos la 1ra lectura de Malaquías (1,14b-2,2b.8-10), se nos puede a todos escarapelar el cuerpo por el lenguaje duro que emplea, al referirse de que si no obedecemos a Dios, nos llegará maldición, de que si no somos sencillos, nuestra vida será una ruina o un sin sentido: “Si no obedecen y no se proponen dar gloria a mi nombre, les enviaré mi maldición…yo les haré despreciables…por no haber guardado mis caminos…” Podemos preguntarnos: ¿cuál es mi actitud frente a los demás o a las acciones de cada día?
¿Estará Dios contento conmigo?, ¿mis acciones son las de Dios?, ¿mis sentimientos son los de Dios?, ¿agradaré a Dios con mi proceder o no?
San Pablo tiene una respuesta a todas estas interrogantes: “Cuando estuvimos entre ustedes los tratamos con la misma ternura con la que una madre acaricia a sus hijos” (1Tes.2,7b-9.13). Una persona soberbia, detesta o saca de su vida toda manifestación amorosa de Dios. San Vicente de Paúl dirá que: “el humilde reconoce que todo lo que hace viene de Dios”, “con la humildad se consigue el cielo”, “la sencillez es la pureza de intención”, “la doblez nunca agrada a Dios”. Tarea del creyente: tratar con ternura a ejemplo de una madre, ¡y Dios también es madre!
La coherencia de vida es lo que a veces nos cuesta (a unos más que otros), y a eso estamos llamados por Jesús: “Hagan y cumplan lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen” (Mt.23,1-12). La soberbia es enemiga de la sencillez, por eso es que no deja que otras personas actúen como Dios pide o manda. Jesús “desenmascara” la soberbia de las autoridades políticas y religiosas de su tiempo, porque veía en ellos una soberbia tan grande que a todos hacía daño. El evangelio de hoy termina con una propuesta: “El primero entre ustedes sea el servidor de todos”. El mundo de hoy se esfuerza en promover: “el hacer todo con tu propio esfuerzo no importando las consecuencias”, “la calidad en nuestras acciones”, “el que se esfuerza triunfa”. ¿Por qué no miramos desde la óptica del maestro lo contrario? Hacer todo sin “aplausos”, “sin felicitaciones” pero buscando el bien común, sobre todo el de los pobres, teniendo con todo “los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Filipenses 2,5).
Una persona que está con Dios o que tiene a Dios, jamás va a desear el mal a nadie. Su sencillez arrastra almas para Dios (tiene razón el dicho popular: un testimonio arrastra más que mil palabras “bonitas”). El que no es sencillo, puede “espantar” en vez de acercar almas para Dios.
Que Jesús, que es sencillo por excelencia, nos ayude a vivir esta virtud. El que es sencillo, hará lo posible para agradar a Dios cada día. ¿Te animas?
Con mi bendición.