Cuando solo queda la palabra y se pierde el testimonio
Estás últimas semanas, las polémicas entre Jesús y los fariseos han marcado el ritmo de la liturgia dominical. Si se dan cuenta las respuestas de Jesús son cada vez más contundentes. Está vez nos presenta un discurso hacia finales del Evangelio, pasajes previos a la pasión. Jesús busca dejar en claro el camino propuesto para sus discípulos, y les quiere dejar claro quiénes son sus discípulos y cuáles son las actitudes que deben marcar su vida.
Otra vez el Evangelio abre el debate en relación a la ley, la catedra de Moisés, καθέδρα, que literalmente se traduce como asiento o silla, no era un espacio meramente físico, sino más bien una postura en donde algunos fariseos y escribas hacían interpretaciones auténticas de las leyes de la Toráh. Algunos pueden decir que Jesús rechaza esta interpretación y por ende rechaza la ley y esto es un gran equívoco.
Jesús no rechaza la Ley o la interpretación, sino más bien quiere hacer una advertencia respecto de aquellos que se han atrevido a interpretar la ley, a dar grandes consejos y discursos e incluso imponer sanciones o tomar posturas frente a situaciones, y no son capaces de vivir de un modo coherente todo aquello que exigen.
Quizá, haciendo un paréntesis, de los muchos acercamientos que hacen de la persona de Jesús, uno de los puntos clave para entender el impacto de su persona fue la autoridad y la coherencia con la que hablaba. Eso no solo generó impacto entre los suyos o sus seguidores sino que fue lo más problemático para sus detractores. Los testimonios de los evangelios que han llegado a nosotros nos marcan una tensión y polémica, que en muchos casos parte de esta situación, Jesús descoloca a aquellos que no saben dar testimonio de lo que predican y por el contrario, de aquellos que son rechazados, busca generar un testimonio de conversión y de cambio para muchos.
Hoy en día, pienso que estamos atosigados de información, de palabras, de grandes discursos llenos de autoridad, aunque en muchos casos llenos de violencia, que creen ser personas autorizadas para hablar de verdad y justicia, pero que se vuelven ídolos de barro, ante una situación complicada o difícil que les toca vivir, o más aún cuando ni siquiera saben vivir aquello que con tanta fuerza predican.
La palabra ha perdido fuerza en nuestros tiempos, y hoy en día lo que más exigimos es testimonios, un testimonio de coherencia entre lo que se dice y se vive, una vida en donde se viva lo que crea y se crea lo que se viva, creo que allí está realmente el ejercicio de fe y la mística de nuestros tiempos, en ser leales, coherentes y fieles al mensaje de Jesús desde nuestras vidas y evoque nuestro dimensión profética.
Qué nuestro testimonio siga hablando por nosotros en nuestros días.
Hno. Vero