BUSCANDO LA LEY MÁS IMPORTANTE
Puede que nos llame mucho la atención cómo el mundo antiguo, y en especial, el pueblo de Israel, practicaba la ley de hospitalidad, acogiendo a los peregrinos sin anteponer juicio alguno. Se supone, que el movimiento migratorio en los tiempos de Israel antes del exilio era muy frecuente y era previsible que, alcanzada una situación de sedentarismo, se buscase legalizar ciertos derechos para los forasteros que eran residentes en territorio de Israel. Por eso, cuando Israel, vive en carne propia la opresión en territorio extranjero durante el exilio, reflexiona profundamente cuánto daño hacía esta actitud de desprecio al otro, solo por ser distinto. Así, se entiende como ley divina el respeto por el extranjero que vive en medio del pueblo judío, y que comparte el estatus de pobreza con las viudas y los huérfanos, a los cuales hay que preocuparse de atenderlos. Estas normativas ayudaban a regular la situación social de Israel y se justificaban desde la propia experiencia religiosa que vivió Israel, un pueblo oprimido que alcanzó la liberación por la mano poderosa de Dios. Obviamente, llegaba a la indignación, si de igual forma se mostrase desprecio, usura, y sometimiento a sus propios hermanos (prójimo en el AT era el paisano o vecino más próximo, no tanto el pagano), acusando la “parcial” decisión de Dios de tomar partido por la víctima. Sin duda, toda una reflexión que Israel alcanzó después de hacer una lectura de fe de su propia historia.
La segunda lectura, vuelve a retomar el recurso de la “memoria” que usa Pablo para que los tesalonicenses recuerden la obra misionera con la cual ellos conocieron y aceptaron la fe. Como podemos ver, aquí se especifica claramente que los cristianos de Tesalónica se habían convertido de una vida pagana, renunciando a sus ídolos para servir al Dios vivo y verdadero y para lo cual estaban en expectativa por la Segunda Venida de Cristo Jesús. Su constancia en medio de las tribulaciones, los han llevado a ser testimonio de superación para otras comunidades como las de Macedonia y Acaya, aguardando la promesa de la parusía de Jesús.
Finalmente, el evangelio nos pone en una nueva situación de controversia suscitada por algunos fariseos, quienes habían reaccionado ante lo dicho por Jesús a los saduceos con una respuesta desconcertante, a lo que se añade la pregunta de un experto en la Ley acerca del mandamiento más importante. Jesús sabiamente, propone una interpretación radical de la Ley judía. Para Jesús, son dos los mandamientos que tienen rango de importancia y que resumen la Escritura: el amor a Dios por sobre todo y el amor al prójimo. Ahora bien, en el discernimiento de esto último, ya no hay barreras étnicas en los seguidores de Jesús, y, por tanto, el prójimo ya no solo es quien vive cerca o es tu coterráneo, sino puede ser hasta el extranjero, muchas veces considerado el enemigo, y es que, desde la fe, no lo es. Y a esto le podemos sumar que el criterio fundamental es el amor basado en la muy famosa regla de oro: no hagas a otro lo que no quieres que te hagan. Por tanto, si tanto pides respeto y apoyo, empieza por demostrarlo, porque eso es lo que quieres que hagan contigo. El vínculo tan fuerte de ambos amores es la impronta que deja el evangelio para quienes desean seguir a Jesús. No se puede cumplir solo uno de ellos, se necesitan ambos mandamientos. Por tanto, la dimensión ética no está desligada de la religiosa, se sostiene en esta. La reflexión cristiana más radical irá por más y se propondrá después: tienes que amar con el amor con que Cristo te amó (tradición de Juan) o tienes que vivir según el Espíritu y hacer todo el bien que puedas, demostrando con ello, que has sido justificado (tradición paulina). Solo queda poner en práctica esta enseñanza, pero de verdad. No nos quedemos en un aspecto netamente reflexivo, lo propuesto es sustancialmente “acción “. Cantemos como el salmista reconociendo que en el Señor sustentamos el edificio de nuestra fe y por eso lo podemos alabar: ¡Viva el Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador!”