El plazo se ha cumplido, tiempo de misión
La Iglesia celebra en esta fecha el Domingo de la Palabra de Dios, y quiere estimular en los fieles sobre todo la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, Palabra de Dios consignada por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo en todos aquellos que intervinieron en el proceso de elaboración de todos los escritos que conforman lo que comúnmente llamamos Biblia.
El pequeño libro de Jonás, que leeremos en la primera lectura, se presenta como un abierto desafío a la teología de la elección de Israel, pues propone a Nínive, una ciudad extranjera, como ejemplo de conversión y aceptación de la voluntad del Dios de Israel. Gracias a los estudios bíblicos actuales, sabemos que no es un escrito profético (aunque el personaje de la obra sea un profeta) sino más bien una historia ejemplar o una especie de novela, redactada tiempo después de la experiencia del exilio, en medio del debate sobre la apertura de la universalidad de la salvación a todos los pueblos, puesto que muchos judíos no regresaron al territorio de Israel, iniciándose así el judaísmo de la diáspora. Siguiendo con atención el relato Jonás, no es el mejor ejemplo de fidelidad a la vocación profética, pero a partir de sus peripecias, se convierte en pieza clave para entender cuán grande es la misericordia de Dios y en qué realmente consiste ser profeta. Al final del relato, el objetivo de la misión encomendada se lleva a cabo por Jonás y toda Nínive entra en el proceso de conversión. En la persona de Jonás, todo Israel debe aprender que la voluntad salvífica de Dios no puede quedar reducida a una concepción religiosa elitista y exclusivista. Al menos, esta es una de las posturas del judaísmo del Segundo Templo que se extendió hasta tiempos de Jesús y de la primitiva comunidad cristiana. Continuamos leyendo en la segunda lectura la primera carta a los corintios en la que Pablo intenta orientar a sus hermanos cristianos sobre cómo proceder ante algunos problemas que se habían suscitado en esta comunidad. La expectativa por la Parusía se hallaba latente y Pablo comprende que la vocación para ser anunciador del Reino se convierte en la prioridad de su vida y aconseja, a los que puedan, vivir concentrado en ello. Hay que advertir que Pablo no está ordenando que no se casen o que todos se mantengan célibes, o que vivan desentendidos de la realidad presente, sino que cree conveniente, para los que puedan, que se mantengan célibes por el Reino que está apremiando su llegada, y que se viva superando todo conformismo en las cosas de este mundo. Como se puede notar, solo está sugiriendo un estilo de vida acorde a la expectativa de la Parusía, pero en una clara perspectiva de considerar lo que sostiene indefectiblemente la vida cotidiana: la esperanza en la promesa de la vida eterna. El fragmento del evangelio de Marcos que escucharemos nos relata el inicio del llamado ministerio público de Jesús en Galilea. La soberanía de Dios debe imperar, cosa que parece no se ha logrado por la fuerza del mal que arrecia la vida de los hombres (espíritus impuros, enfermedades). Jesús anuncia que el plazo se ha cumplido y su presencia inaugura el tiempo de la salvación. Toda la vida debe estar orientada en Cristo y esto significa la “conversión” a la que está llamado el creyente, con lo cual acepta que vive bajo la soberanía de Dios. Pero esta tarea Jesús la comparte con sus discípulos a quienes les convoca llamándolos de su entorno de trabajo y familiar. Así, tenemos a dos pares de hermanos y que se dedican a las labores de pesca en el Mar de Galilea. Su comunidad de discípulos debe respirar el espíritu fraterno y compartir juntos la misión de “pescar hombres”, ya no peces. Aquel Mar de Galilea personifica la fuerza del mal que violentan con sus olas la paz de los hombres. Sólo Jesús con su poder y el apoyo de sus discípulos llevará adelante el rescate y la liberación de este poder maligno.
Ante el llamado que Dios nos hace de compartir la Buena Noticia a los demás, es preciso emprender con esmero nuestra misión. No somos los actores directos de esta tarea, es Dios la que la lleva adelante, pero nos pide una mano, nos capacita para ello, confía en que lo podemos hacer bien. Y Dios puede cambiar los corazones más duros como los de los ninivitas, porque a ellos se les pudo presentar a tiempo el llamado a la conversión, comprendieron su importancia y se abrieron a la oportunidad que les estaba regalando y hoy se respira la misma necesidad. Es verdad que tenemos que pensar en las cosas necesarias en este mundo, cómo alimentarnos, cómo pagar cuentas, etc. Las preocupaciones cotidianas nos embargan y ocupan mucho la atención, pero no debemos olvidar que también necesitamos llenar la vida espiritual. No podemos perder de vista que Dios es importante y que su soberanía debe imperar como criterio principal para tomar decisiones y asumir nuestras responsabilidades. Dios confía en nosotros, nos cree capaces de asumir su propia misión. El mundo se encuentra perdido en intereses propios y no se ha dado cuenta que el tiempo se ha cumplido, y ya es tiempo de salvación. Por eso te pedimos hoy, Señor, como dice el salmista: “Instrúyeme en tus sendas, tú que enseñas a los pecadores y haces caminar a los humildes con rectitud”.