SER FIEL A DIOS: UNA TAREA DE AMOR Y DE EXIGENCIA PERMANENTES
Una vez más parafraseando un dicho popular decimos: dime cómo va tu relación con Dios y te diré la calidad de cristiano que eres. ¿Cómo va tu fe? ¿Dios es el centro de tu vida y de tu actuar? ¿En tu matrimonio, tu soltería, tu ministerio, en tu viudez, en tu familia, en tu grupo o comunidad, en tus proyectos, reina Dios? Estas y otras preguntas parecidas me vienen a la mente cuando leía estas lecturas.
Los mandamientos de Dios están consignados en la primera lectura de hoy. Estos están precedidos de un recordatorio al pueblo de Israel: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí” (Ex.20,1-17). Seguro que todos, de una u otra manera hemos escuchado, aprendido y predicado los 10 mandamientos de la ley de Dios; pero no sé si tan vividos. Seguro que, como dice aquel personaje de un evangelio, decimos que esos mandatos “ya lo aprendí desde pequeño” (Mt.10,20). El creyente de hoy vive en un mundo lleno de muchos “ídolos” (alcohol, drogas, pornografía, fetiches, talismanes, amuletos, cuarzos, imanes, brujos, hechiceros, cábalas, horóscopos, etc).
¿Es posible vivir en medio de un bosque de ídolos que quieren quitar u opacar o confundir la fe? El pueblo de Israel experimentó la fidelidad de Dios, Él lo sacó de la esclavitud de Egipto, lo acompañó siempre. Dicho de otro modo: cumplió con su promesa de ser fiel. Si yo amo a Dios, si Él es el centro de mi vida (cf.Jn.15,5), entonces no necesito de “otros dioses”. Yo no puedo reemplazar a Dios por aquello que no es santo, por aquello que no es de Dios. Cuaresma es un tiempo para reafirmar mi fidelidad y mi adhesión total a Dios. Los mandamientos no son una carga insoportable, no son un estorbo, no son “un recuerdo de mi catequesis” solamente. Estos “son rectos y alegran el corazón” (Salmo 18). ¿Hay motivación para cumplir los mandamientos de la ley de Dios? Sí la hay: “Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud”. Dios nos bendice, nos libera, nos sana, nos transforma, nos regala la vida, la familia, nos da la alegría y las ganas de vivir, etc. ¿Qué más motivaciones para ser más fieles a Dios que éstas?
Jesús y los mercaderes del templo, es el pasaje que hoy nos pone la liturgia (Jn.2,13-25). El templo siempre será lugar de encuentro con Dios, y lugar santo, donde Dios pone su morada; los judíos lo tenían más que claro. Jesús exige fidelidad, en un lenguaje que a pocos puede gustar: “Quiten esto de aquí; no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”. Quizás pudiera decir Jesús, a la luz de esta frase: “no se olviden que Dios es el centro de su vida”, o “no reemplacen a Dios por favor”, “limpien o purifiquen su fe”. Jesús quiere que todos sean fieles a Dios, que no haya nada ni nadie que impida estar más cerca de Él o tenerlo como el ÚNICO DIOS VERDADERO.
Hoy hay mucha gente que mezcla la fe, la distorsiona, la confunde con doctrinas falsas a muchos. Como que lo que hemos aprendido y vivido de la fe, de la doctrina, nos lo quieren arrebatar, cuidado. Eso no es santo, eso es idolatría. Puede, incluso, estar el peligro de no respetar los templos, de no cuidarlos como lugares de encuentro con Dios en comunidad. Cuánta gente encuentra a Dios, y se renueva en Él porque ve una comunidad crecida, que celebra bien su fe, y el templo es un lugar para ese encuentro. También a la luz de esta palabra en el evangelio, estamos llamados a cuidar nuestro templo, que es nuestra propia vida. Mientras más cuide el templo de mi vida, Dios va a habitar más y se sentirá a gusto de hacerlo.
Jesús anuncia, como una promesa esperanzadora que va a resucitar al tercer día. Esa promesa se hace vida cada día. La muerte no gana, gana la vida; la idolatría no gana, gana Dios mismo porque Él es “el mismo, ayer, hoy y siempre” (Hb.13,8). El único Dios verdadero a quien adoramos es el mismo, no cambia; es el mismo a quien estamos llamados a predicar: “escándalo para los judíos, locura para los paganos” (1Cor.1,22-25). Pero para la Iglesia y el mundo entero, Jesús, es “fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.
Ser fiel a Dios es una tarea de amor y de exigencia permanentes.
Con mi bendición.