“Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt.22, 21). Así responde Jesús a la pregunta capciosa y malintencionada de los fariseos que lo hacen para desautorizar su mensaje y forzarlo a vivir una situación peligrosa, de enfrentamiento entre el poder político y religioso. Jesús se da cuenta que le han tendido una trampa: si dice que hay que pagar el impuesto al César, pone a la sociedad en su contra, y se hermana con los imperialistas, enemigos del pueblo; si responde que no hay que dar los impuestos a los romanos, le perseguirán por revolucionario y transgresor del orden constituido.
Sabemos que en el mundo hay personas y grupos con mala intención que cuando preguntan algo lo que pretenden es fastidiar, conseguir un interés personal aunque no sea el justo, revolver las aguas de la murmuración, la intriga y la envidia… y al final sentirse victoriosos porque han conseguido lo que pretendían: hurgar en la herida de las malas intenciones hasta hacerla sangrar sin importar las consecuencias y el daño que se hace. Deberemos tener mucha capacidad de discernimiento y prudencia para captar las intenciones de ciertas preguntas que no tienen la finalidad de unir sino de dividir, enfrentar y excluir. ¡Que diferencia con otras preguntas que le hacen en al Señor en el Evangelio y en experiencias personales donde hemos podido participar con pureza de intención, con afán de construir, de llegar a la verdad y de intentar soluciones para que la persona o el grupo se sienta más feliz!.
La respuesta del Señor –“den al César…”- es modelo de aprendizaje para situaciones parecidas. Como la hemos escuchado repetidas veces nos puede pasar desapercibida y, sin embargo, podemos descubrir de ella algunas enseñanzas para nuestra vida cristiana:
1.- Preguntar siempre con rectitud de intención, para aprender, aconsejar, ayudar y no por alimentar la curiosidad y la murmuración.
2.- Adquirir conciencia de la responsabilidad y compromiso que, como discípulos del Señor, tenemos en las tareas y servicios públicos. Estamos llamados a cooperar en beneficio del bien común en diferentes esferas políticas y sociales: cambios de estructuras injustas, promoción humana, opción por la justicia y derechos humanos y tantas formas de participación ciudadana para conseguir un mundo mejor. Siempre actuando desde la honradez y honestidad, en beneficio del interés común.
3.- Impulsar nuestra fidelidad a la adhesión del Señor “a Dios lo que es de Dios”. Todos nuestros ideales, objetivos, proyectos deben estar
iluminados por la presencia y la luz de Cristo. Los criterios del Señor, expuestos en el evangelio, deben iluminar y ser la base esencial de nuestra actuación en el mundo.