SE PUEDE SER BUENO, ¿TÚ QUÉ DICES? 

¿Sabes Jesús cuánta gente hay que no quiere hacer las cosas bien? Hay mucha gente que pudiendo hacer cosas buenas, no las hace, Señor. Perdónanos por eso, Jesús. A veces nos ponemos sólo el título de creyentes y dudamos de que tú estás realmente presente en medio de nosotros, y sobre todo en la Eucaristía. Cuánto daño hacen algunas personas, Señor, teniendo cargos “importantes”. Cuántas veces, Jesús, se emplean medios ilícitos o no santos para llegar a establecer paz o un orden en la sociedad; perdónanos también por eso, Jesús. Cuánta gente dice “yo soy bueno”, “yo no hago mal a nadie”, “yo no robo, ni mato”, “yo me porto bien” y sin embargo hace lo contrario, Jesús. Perdónanos, Señor. Tú nos invitas a ser buenos y no aceptamos esa exigencia. Ayúdanos a tener bondad en el alma, en el corazón y en la vida misma. Ayúdanos a tener actos habituales de bondad, Jesús. Con tu gracia lo podemos lograr. Amén. 

Alguna vez te has preguntado: ¿qué tengo que hacer para ser bueno?, ¿cómo puedo ser un buen hijo, buen papá o mamá, buen hermano, amigo o vecino? ¿Cómo puedo ser para ser un buen católico? ¿Qué me falta para ser un buen profesional? ¿O qué se necesita para ir al cielo? 

La prudencia, para el autor del libro de la sabiduría, es como un requisito importante para hacer las cosas bien, y esta no tiene precio: “Supliqué y se me concedió la prudencia. No le igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado, es un puñado de arena. CON ELLA ME VINIERON TODOS LOS BIENES JUNTOS” (Sab.7,7-11). Cuánto ayudará vivir esta virtud. Pensamos que la bondad es sólo para personas “santas o iluminadas”, como si fuera algo inalcanzable. Estamos muy equivocados si pensamos así. 

No se puede hacer las cosas bien si es que no se tiene la intención de hacerlo, y si sólo pregonamos que hacemos tal y cual cosa bien, pero en el fondo podemos estar vacíos de Dios, o actuar sólo por cumplir o por quedar “bien” ante los demás, o ante las redes sociales. Es un reto permanente. Las palabas muchas veces, como se dice en términos comunes, “se las lleva el viento”. Cuántas cosas cambiarían en este mundo si esto lo tomáramos en serio, y si nos esforzáramos por ser buenos cada día. 

El evangelista San Marcos, hoy domingo, nos presenta la escena del diálogo que tiene Jesús con un joven rico (cf.Mc.10,17-30). Es bueno traer a la memoria aquello que ya sabemos: todo encuentro con Jesús provoca cambio, conversión, salvación, gozo, alegría y ganas de proclamar su amor; etc, a no ser que la persona no acepte esa exigencia. Una pregunta que la podemos hacer cualquiera de nosotros, como la hizo el joven rico del evangelio: “¿qué haré para heredar la vida eterna?”. La respuesta por parte de Jesús no se deja esperar: “Ya sabes los mandamientos”. Pero, ¿cuántos de nosotros ponemos excusa para no ser buenos? O ¿cuántos decimos que somos buenos pero en el fondo la realidad es otra? “Él replicó: Maestro todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Muchos de nosotros sabemos los mandamientos, sabemos qué tenemos que hacer para ser buenos cada día, sabemos lo que hay que hacer para ser mejores. Sabemos, sabemos, sabemos. Pero, ¿cuántos nos dejamos interpelar por el Maestro? ¿Me dejo tocar por su gracia o me resisto? Pero al joven rico, Jesús le pide, le exige y le propone algo que está a su alcance y que le cuesta: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Hoy, ¿qué tipo de riqueza me impide seguir a Jesús, cumplir sus mandamientos y anunciar su amor? ¿La riqueza en soberbia, odio, rencor, prejuicios, falta de fe, esperanza y de amor? 

Ahora entendemos por qué Jesús dice: “Qué difícil es para los que tienen riquezas entrar en el reino de los cielos”. ¿Cuánta riqueza en egoísmo, soberbia, indiferencia podemos acumular en nuestros corazones? ¿No será acaso un gran obstáculo para seguir a Jesús y ser buenos de verdad y no de labios fingidos? 

Este evangelio no se entenderá si no se lee en clave de seguimiento de Jesús. Vale la pena seguirle a él, para que eso se note en nuestro diario vivir. No perdemos nada con seguir a Jesús, ni siquiera se pierde a la familia, ni a los amigos; se los gana para Dios. No hay otro camino que el de Jesús (cf.Jn.15,5; Filp.1,21). Se puede ser bueno, ¿tú qué dices? 

Con mi bendición. 

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