El evangelio de este domingo nos presenta al Señor Jesús caminando y se le acerca uno para decirle Maestro bueno ¿qué haré para heredar la vida eterna? Ojalá, que esta preocupación hecha pregunta, también fuera nuestra preocupación ya que todos deberíamos saber qué hacer para heredar la vida eterna.

La respuesta que el Señor Jesús le da y que atentamente escucha el personaje es, que debe cumplir los mandamientos, y el Señor Jesús empieza a enumerarlos y nosotros al poner atención en ellos nos percatamos que todos hablan de nuestra relación con el prójimo ya que entre ellos no están los tres primeros mandamientos, que hacen relación con Dios.
El personaje al escuchar la enumeración de los mandamientos, termina afirmando que todo eso lo ha cumplido desde niño. Esta afirmación despierta cariño en el Señor Jesús por el personaje tiene al frente.
El Señor Jesús como para verificar si lo que acaba de afirmar el personaje que tiene al frente, lo invita a que venda sus bienes y el dinero lo reparta a los pobres. Si el personaje se hubiera sentido querido por el Señor seguramente que no le habría costado hacer lo que el Señor le sugería, como lo que sucede cuando un muchachito se siente amado por la muchachita que ha despertado su interés por ella, es capaz de hacer todo lo que ella le pide con tal de seguir agradándole.
Pero el resultado del encuentro entre el personaje y el Señor Jesús termina haciéndonos saber que el personaje al escuchar lo que le pide el Señor se marcha pesaroso ya que por su apego a las riquezas materiales se niega a tener un tesoro en el cielo, ese tesoro que cada uno puede acumular en el cielo y que son las buenas obras hechas a los demás por amor a ellos y queriendo hacer lo que recomienda el Señor.
Y lo mejor que nos puede suceder es que desprendidos de todo apego, eso nos da la libertad de poner nuestra confianza en aquel a quien le pedimos que nos de nuestro pan de cada día y puesta nuestra confianza en Él podemos seguir al Señor Jesús hacía donde Él nos quiera llevar.

Si le creemos al Señor Jesús que en otro momento promete que estaremos junto a Él en la casa del Padre donde hay muchas estancias y que Él va a preparar un lugar, para cuando este preparado luego volverá para llevarnos, para que donde Él está estemos también nosotros, entonces tiene sentido la invitación que hace de seguirlo al que se ha acercado a preguntarle cómo obtener la vida eterna y a través de él la invitación se traslada para cada uno de nosotros, que hemos creído en Él, como aquel que nuestro buen Padre Dios ha enviado para salvarnos.

El Señor Jesús hace una observación delante de sus discípulos y es la dificultad que van a tener los ricos para entrar en el reino de Dios y esta dificultad radica en que ponen su confianza en su dinero en vez de ponerla en Dios.
Esta observación que hace el Señor Jesús sorprende a los discípulos que los lleva a preguntarse
“Entonces, ¿Quién puede salvarse?” A lo que el Señor responde haciendo notar que la salvación es posible gracias a Dios “es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.

Que esta respuesta del Señor Jesús a la inquietud de los discípulos nos haga recordar que nuestra salvación es obra de Dios y su gran amor por nosotros. Que, si nosotros nos esforzamos por “escuchar la Palabra de Dios y cumplirla” es como expresión de nuestro amor a nuestro buen Padre Dios, es decir por el solo gusto de amarlo sin otro interés y de esa manera nos libramos de la esclavitud a la Ley.

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