OPTAR POR JESÚS

Vivimos tiempos complicados, y no sé si de verdad podamos ser tan conscientes e insistentes en elevar a Dios esta súplica: “Señor, dame sabiduría para proceder correctamente en todo lo que haga”. Mucha gente pide y busca satisfacer sus necesidades básicas, pero también muchos ruegan a Dios para que se pueda obtener los bienes materiales que nos ayuden a hacer realidad los proyectos, a lograr los sueños encaminados, y creo que está bien, pero ¿no sería mejor pedir también sabiduría y prudencia para actuar? Aunque la palabra de Dios expresa esto como el ejemplo a seguir, tanto hoy como ayer, el corazón del hombre busca más los bienes perecederos que los eternos. ¿Cuántos padres invitan a sus hijos a seguir estos consejos del libro de la Sabiduría? Ojalá me equivoque y sean muchos más de los que a veces creo. En una cultura en donde se apela a lo práctico es preciso hacer resonar la necesidad de la prudencia, puesto que en lo mucho correr puede haber grandes tropezones. La sabiduría nos enseña a caminar despacio pero seguro, caminar sin detenerse, caminar con la firmeza de quien sabe que está pisando por lugar estable y no por terreno sinuoso.

Este fragmento de la carta a los hebreos resulta ser una especie de inserción a la argumentación que viene dando el autor sobre la advertencia de no caer en la incredulidad repitiendo la experiencia del pueblo de Israel en su camino haca la tierra prometida. Hace un elogio de la palabra de Dios, como resaltando que su llegada es tan profunda que logra penetrar hasta las junturas de nuestros huesos, allí donde se asienta la sede de nuestras decisiones. Así, todo queda en evidencia, y la palabra de Dios ilumina toda realidad para quien la ha sabido acoger. Es esta palabra la que necesitamos siempre no solo escucharla sino también discernirla, pues es la que nos ayuda muchas veces a aclararnos y orientarnos por el camino recto.

Finalmente, el evangelio nos presenta esta intervención de un hombre que busca heredar la vida eterna para lo cual le pide a Jesús que debe hacer. La respuesta es obvia: cumplir los mandamientos. Pero aquel personaje parecía ser un hombre correcto o al menos íntegro en su proceder pues manifiesta que lo viene cumpliendo puntualmente tales mandamientos. Es este el momento de Jesús le propone una exigencia que va más allá de una opción sin más: es un cambio de perspectiva del Dios en quien cree. Se subraya que aquel hombre tenía muchos bienes y no fue capaz de dejar todo eso para seguir a Jesús. ¿Qué pasó? Pues, el Dios en quien creía era quien le había bendecido con tantos bienes materiales, ¿cómo puede ahora pedirle que abandone todos sus bienes para dárselos a los pobres para solo seguir a Jesús? La exigencia es dura y el mismo Jesús lo manifiesta: será duro para los ricos. Los discípulos vuelven a traer el tema de la salvación, sobresaltados por lo que han sido testigos y consideran que nadie podría asumir el abandono total de sus bienes y más si lo tienen en demasía. Jesús, una vez más, profesa que Dios todo lo puede, pero todo esto ha despertado el interés de Pedro, quien toma la palabra exigiendo de alguna forma alguna recompensa ante la decisión que él y sus compañeros han tomado de seguirlo radicalmente. Jesús le revela que no solo recibirá mucho sino cien veces más, pero ¡con persecuciones! El autor, fiel a su presentación de Jesús como mesías sufriente, revela que los seguidores de Jesús en su afán de mantenerse fieles obtendrán grandes beneficios, pero no exentos de persecuciones y por supuesto también alcanzarán la vida eterna. Aunque tengamos nuestra esperanza en el reino de los cielos, no nos olvidemos que hay mucho por hacer en esta tierra, y por ello, necesitamos ser consecuentes con la valoración de las cosas de esta tierra. Es mejor pedir a Dios que nos conceda su sabiduría, que nos permita estar abiertos a su Palabra que penetra profundamente en el corazón del hombre y aceptar que dejando todo lo que nos puede acomodar nos convierte en personas libres para amar y ser amadas obteniendo un mayor beneficio que las riquezas de este mundo que fenecen y se acaban pronto. Es tiempo de elevar una oración necesaria unido al salmista: “ayúdanos Señor a adquirir un corazón sensato”.

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