LA FE TIENE UN TAMAÑO

Había una vez un niño que era muy despierto, sencillo, de alma pura, preguntón, que le gustaba la naturaleza. Un día le pidió a sus padres que le lleven a pasear a un bosque, ya que quería pasar el día allí. El pedido no se dejó esperar. Mochila en mano, alimentos para la ocasión, ganas, muchas ganas de estar ahí. La motivación estaba dada: “vamos a pasarla juntos”. Así fue. Lejos de la ciudad encontraron una pradera muy grande y hermosa, en medio de esa pradera una capillita un tanto abandonada, de aspecto sencillo. Se les ocurrió entrar. Ahí encontraron: un altar un poco arreglado, unas bancas sin limpiar, una imagen de una virgencita que no podían identificar y detrás del altar como muy imponente se dejaba ver un Cristo crucificado, claro está que también le faltaba limpieza. El niño al ver ese Cristo corrió a su encuentro, pudo limpiar algo sus pies llagados y sucios. Cuando terminó de hacerlo escuchó de labios de ese Cristo esta pregunta: “¿por qué haces esto querido amigo?” El niño con lágrimas en los ojos contestó: “porque creo en Ti, amigo te quiero mucho y no quiero verte solo”.

La suma de muchas cosas “malas” para muchas personas puede dar como resultado: apatía, falta de fe, desgano, impotencia de no hacer las cosas bien o de no encontrar resultados, falta de esperanza, de alegría y de ganas de vivir, y hasta reclamarle a Dios por las desgracias: “¿Hasta cuándo pediré auxilio, Señor, sin que me escuches…” (Hab.1,2-3; 2,2-4). Quizás puede este nuestro cuestionamiento. ¿Se nos va la fe cuando todo va mal?, ¿por qué?; ¿se nos va la fe cuando “Dios no nos escucha?; ¿Si me acerco a Dios realmente me escuchará? Él nunca, escúchalo bien, nunca nos abandona, hace falta acercarnos, dejarnos tocar por Él para abrazarnos a su amor. Es que siempre espera, con los brazos abiertos, a sus hijos para acogerlos y bendecirlos.

Sabemos que la fe es confiar en Dios (cf.Hb.11,1), es creer en él, creerle a Él, es relación personal y comunitaria con él, es poner nuestra vida enteramente a sus pies. Una recomendación y exhortación que se vuelve en un compromiso y exigencia de fe la encontramos en San Pablo: “Te recuerdo que reavives el don de Dios” (2Tim.1,6-8.13-14). Ya está lanzada la invitación. Un cristiano no puede tener una fe estática. En un mundo cada día más descristianizado, incrédulo, indiferente, relativista y cuestionador se hace necesario una renovación de nuestra fe. Hay una mucha gente que todavía necesita de Dios. Una razón que es también una motivación: “Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de fortaleza, amor y de buen juicio”, le dice Pablo a su amigo Timoteo. Para que esta fe sea viva: no avergonzarse de ser testigos de Jesús (cf.Hch.1,8; 4,20), dar a conocer por tanto su amor salvador, tener presente la doctrina recibida y darla a los demás sin confusiones y sin salirse de la misma, ser dóciles al Espíritu son algunas de las recomendaciones que hay en esta carta.

¿Sabes cuál puede ser nuestra oración?, la de los apóstoles: “Auméntanos la Fe” (Lc.17,5-10). Para ti que a veces puedes tener la fe débil, esta puede ser tu oración; para ti que crees que nada tiene sentido, pídele a Jesús crecer en la fe y creerle más a él. ¿Sabes que la fe tiene un tamaño? Según el evangelio de hoy: “un granito de mostaza”. Si creyéramos más en Dios y si le creyéramos más a él, nuestra vida sería distinta; si creyéramos más en Dios pudiéramos ver la vida con ojos de esperanza, aunque tenga matices grises; si creyéramos más en Dios, podríamos defender la vida que está por nacer y no permitir que haya abortos cada día; si creyéramos en Dios, pudiéramos hacer nuestro acto de fe: doblar nuestras rodillas delante de Jesús sacramentado; si creyéramos en Dios, haríamos un esfuerzo de cambiar o convertirnos, dejándonos tocar por la gracia de Dios; si creyéramos en Dios, nos preocuparíamos de que otras personas conozcan, amen y sirvan a Dios; si creyéramos en Dios, dejaríamos de criticar negativamente y dar paso al Espíritu de Dios en nuestra vida y en la vida de los demás; si creyéramos más en Dios, se notaría en nuestra vida de relación con los demás sin hipocresía y sin ambigüedades; si creyéramos en Dios, a los pobres les serviríamos mejor y también les anunciaríamos el amor de Jesús, la razón: en ellos vemos el rostro de Jesús (cf.Mt.25,31-46); si creyéramos en Dios, nuestra fe sería como un granito de mostaza….

¿Te acuerdas del niño de la historia? Él sólo se acercó a los pies de Jesús, sólo eso. ¿Qué esperas para hacer eso tú también?

Con mi bendición.

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