EL MATRIMONIO: ES OBRA DE AMOR DE DIOS
Según las lecturas de hoy podemos reflexionar sobre el sacramento del matrimonio. Se ha escrito y se escribe tanto acerca de este hermoso sacramento. Una de las preguntas que podemos hacernos es: ¿Qué piensa el “mundo” acerca de este sacramento? Algunos pudieran decir: “para qué casarse por la Iglesia si al final nos va a ir mal”; “no, no necesito casarme por la Iglesia para ser un buen cristiano”; “todavía no queremos casarnos por la Iglesia hasta que nos terminemos de conocer”; “no tenemos dinero para casarnos por la Iglesia”; “estamos juntando dinero para organizar la fiesta y recién podemos pensar en casarnos por la Iglesia”; “en esta parroquia piden muchos requisitos para casarse, mejor no nos casamos, porque así nos desaniman”; etc. Con todo esto, ¿no se habrá perdido de vista el sentido de lo que es realmente el matrimonio?
El libro del génesis nos ayuda a comprender el llamado de Dios al hombre para no estar solo, para complementarse: “no está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien que sea una ayuda adecuada” (Gen.2,18-24). Buscar complementarse para crecer juntos bajo una misma dirección, aunque con pareceres diversos, pero siempre en el plano del mutuo respeto. El texto termina en confirmar que esa complementariedad no puede quedar en el aire, debe ser sellado por el amor desde “una sola carne”. De ahí que el amor no se puede romper, ni siquiera porque haya diferencia en pareceres u opiniones distintas.
Marcos, en su evangelio, nos presenta a un Jesús que dialoga seriamente con los fariseos que quieren justificar, por las leyes mosaicas, el divorcio: “¿le es licito a un hombre divorciarse de su mujer?…Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla” (Mc.10,2-16). ¿No será que mucha gente adopte esta postura hoy para justificar el separarse de la persona que ama o debería amar más? ¿No será, también, que hay muchas parejas que le tienen miedo al para siempre de Jesús en el matrimonio? Hay mucha gente que a toda costa quiere vivir su matrimonio, como “si fueran solteros”. Jesús afirma y sustenta que el designio de Dios no es ese, sino lo contrario; y por eso les recuerda lo del génesis: “Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.
Es la pareja que, luego de un discernimiento oportuno, un noviazgo seguro y sincero, y una preparación oportuna, toman la decisión libre de consagrar sus vidas a Dios en santo matrimonio. Nadie les obliga a hacerlo. La Iglesia, por medio de sus ministros, recibe ese consentimiento, y da la bendición.
¿Qué peligros debe evitarse en una vida matrimonial? Que los dos vivan solteros estando casados; que no tomen conciencia de que “lo mío dejó de ser mío y empezó a ser nuestro”, incluso la economía; la rutina que puede enfriar las relaciones fraternas; que no pongan a Dios como el centro de sus vidas; que no se den un espacio para Dios; que tampoco se den un espacio para ellos mismos; que la familia y los amigos se metan en su vida matrimonial; que uno de los cónyuges piense más en su familia de origen y no en su pareja y sus hijos; etc.
¿Qué fortalece y engrandece una vida matrimonial? Que tomen conciencia que Dios es el centro de sus vidas y que les ama y espera mucho de ellos; que oren como esposos; que se corrijan cuando haya necesidad de hacerlo; que se muestren respeto en todos los niveles; que no se oculten nada, ni en sus redes sociales; que se perdonen cuantas veces sea necesario y que vivan de ese perdón; que pidan ayuda, cuando lo crean necesario y oportuno; que sepan escuchar a sus hijos que son su esperanza permanente; que no se olviden que sus hijos son fruto de su amor mutuo y que no son un estorbo; etc.
Tiene razón Jesús cuando les da una lección de amor a los fariseos al afirmar que el autor del matrimonio es Dios: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. El Concilio Vaticano II en el documento de Gaudium Et Spes, #48 dice: “Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e irrevocable. Así, del acto humano por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente, nace, ante la sociedad, una institución confirmada por la ley divina. Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana. Pues es el mismo Dios el autor del matrimonio”.
Matrimonios no se olviden que Dios les ha llamado y les llama para el amor. Él les ama incansablemente. No se cansen de amarse. Sean un santuario de Dios, donde Dios mismo se sienta a gusto de estar con ustedes. Amén.
El matrimonio es un invento de amor de Dios.
Con mi bendición