El amor es para siempre
El cura de pueblo hizo un llamado a todos los fieles: “¿quieres salvar tu matrimonio?, ven y lo verás”. Muchas parejas se inscribieron a ese retiro espiritual para parejas casadas o no de 3 días. En la puerta de entrada, de la casa de retiros, estaba ese sacerdote junto a la pareja coordinadora. Ellos daban la bienvenida. Llega un señor de baja estatura con su pareja un poco más alta que ella, y ve que el cura se acerca amablemente y le da la bienvenida. Este Señor, a quien ponemos por nombre “Adrián”, dijo con el dedo acusador o amenazante: “por si acaso cura yo no creo en ti, ni en la Iglesia, y menos en Dios”. El cura le responde: “¿Pero vienes por tu esposa?”. “Sí”, contestó. “Bienvenidos sean”, contestó la pareja coordinadora. El sábado por la noche una pareja que daba testimonio de cómo el amor de Dios cambió su vida, “Adrián” se paró de un salto y ante las 60 parejas que había dijo con voz fuerte: “¡¡¡CREO EN DIOS Y CREO EN EL AMOR PORQUE LO VEO EN USTEDES!!!”.
El proyecto de Dios, como bien lo sabemos, es salvar a la humanidad, y a cada uno en particular también. El acto creador que Dios muestra, en este libro del génesis, puede confirmar ese proyecto de Dios: “No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien que sea una ayuda adecuada…Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Gen.2,18-24). Se pone de manifiesto en este texto el deseo de Dios, de que el hombre y la mujer vivan en el amor, desde el amor y para el amor. Eso es el sentido del Sacramento del Matrimonio. Ser una “sola carne”, es hacerse uno para el otro y en ambos para Dios.
Esto va “en contra de lo que el mundo piensa del matrimonio”. Sólo se ve como un acto social, se cuida solo lo externo (vestidos, lugares de fiesta luego del matrimonio, que el templo sea “bonito y lleno de flores”, etc) y no el consagrarse a Dios. Una vez una pareja me dijo: “no queremos casarnos por la Iglesia, porque así estamos bien, además no necesitamos del matrimonio religioso para amarnos de verdad”. ¿No será que no esa pareja y otras muchas no crean en la bendición de Dios dentro del matrimonio?
Es que siempre somos valiosos a los ojos de Dios y todavía no tomamos eso en cuenta: “santificador y santificados tienen todos el mismo origen” (Hb.2,9-11). Un matrimonio está llamado, como todo nosotros, a ser santo cada día de su vida. Venimos del mismo corazón de Dios, salimos de su corazón lleno de Amor, aunque sangrado por nuestros pecados.
Los fariseos, según el evangelio de hoy, aparecen con una intención de hacerle “caer a Jesús” (una pequeña “trampa” legalista) sobre el tema del divorcio en una pareja: “¿le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” (Mc.10,2-16). Quizás esta pueda ser la pregunta de muchos que no creen en la bondad de Dios en el matrimonio y en su fundamento que es Dios mismo. Recuerda, Jesús, que su deseo para una pareja que consagra su vida al amor de Dios (sentido del Matrimonio Religioso), es que los sean “una sola carne” y si no es así, ellos cometen “.
¿Por qué muchas parejas no quieren casarse por la Iglesia?, ¿no será que tienen miedo al “para siempre” de Jesús?, o ¿todavía no saben que el deseo de Dios es que sean el uno para el otro con su propia bendición? El catecismo enseña: “El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad…Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial…el amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable” (Nvo.Cat.1644-1646). “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. El matrimonio tiene su fundamento en Dios mismo, no el “espíritu del mundo”.
El evangelio termina con una actitud tierna de Jesús: “Le acercaban unos niños para que los tocara”. Pero la gente cercana al maestro se lo impedía. La respuesta del Dios del amor no se dejó esperar: “Dejen que los niños vengan a mí no se lo impidan”. ¿Cuánta gente es piedra de tropiezo para que el amor que viene de Dios se dé en los demás?, ¿cuánta gente hay, a propósito del matrimonio, que también es piedra de tropiezo para que un Matrimonio sea fiel y sea de Dios, por tanto santo?
Jesús “tomaba en sus brazos a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos”. Una pareja de matrimonio, y toda persona en cualquier parte del mundo (de cualquier estado o condición), está llamada a DEJARSE TOCAR Y BENDECIR POR JESÚS. ¿Dejas esa tarea a Jesús?
Te recuerdo y nos recordamos todos que el AMOR, QUE VIENE DE DIOS (cf.1Jn.4,8), ES PARA SIEMPRE. Este no muere nunca (cf.1 Cor.13,8).
Con mi bendición: