El evangelio del día de hoy nos describe la conocida parábola del rico y del pobre (Lc. 16, 19-31) donde se constata la diferencia que existe en la actitud entre las dos personas en la concepción del Reino de los cielos.
En la primera escena, referida a esta vida terrenal, dos personas ocupan el hilo conductor de la parábola: el rico que no carece de nada “banqueteaba espléndidamente cada día” y junto a este hombre se encontraba un mendigo, Lázaro, pobre, hambriento, cubierto de llagas. Existe un profundo contraste entre la proximidad física y la distancia en el estilo de vida.
En la segunda escena hay un cambio de situación en la otra vida: Lázaro goza en el cielo mientras que el rico sufre en el infierno. Se destaca sobre todo la actitud inhumana del rico, insolidario e intolerante, negándose a socorrer al pobre.
La parábola termina con una llamada a la conversión, al cambio de vida, de la intolerancia a la aceptación, de la insolidaridad a compartir. Se trata de deshacer el camino y enderezar los pasos hacia el necesitado que está a nuestro lado. La parábola nos exhorta a orientar nuestros sentimientos y decisiones hacia la promoción y ayuda a los más necesitados. No esperemos visiones ni acontecimientos extraordinarios para cambiar de mentalidad; la vida nos brinda muchas oportunidades para hacer realidad la capacidad de compartir y de poner nuestra vida y medios al servicio de los demás.
Así lo entendió San Vicente de Paúl (1581-1660) cuya fiesta vamos a celebrar recientemente, el 27 de setiembre, y fundador de los PP. Paúles o Vicentinos. Es el patrono de la Caridad. Sensible a los más necesitados, toda su vida, a partir de una profunda conversión, la orientó a crear y consolidar fundaciones -PP. Vicentinos, Hijas de la Caridad, Cofradías de la Caridad- que llevarán el pan y la Palabra de Dios a los pobres. Destaca la vida del santo por su espíritu creativo y dinámico, por su equilibrio entre la vida activa y la necesidad del encuentro con Dios en la oración, por su exigencia personal en el trabajo diario, por el fiel cumplimiento a la voluntad de Dios, por ver el rostro de Cristo en los pobres… Que San Vicente nos ayude a descubrir que, en la esencia de nuestra vida cristiana, el amor a los más necesitados es la base fundamental de nuestra relación con Dios y con el prójimo.