XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Queridos hermanos estamos camino a ir descubriendo los acontecimientos fundantes dentro de nuestra vida. Es también un tiempo que nos conduce al ocaso del año litúrgico. E iniciamos un mes lleno de muchas expectativas para vivir nuestra fe, sin descuidar el paso de la cruz por nuestras vidas, iniciamos con regocijo y oración la cuaresma peruana.
Quién no ha tenido como experiencia una doble respuesta. Una negación de la misma afirmación, voy en un momento, espérame un ratito. Esto nos hace pensar que muchas veces la espera o el encargo de una tarea, se realiza sin sentido y el compromiso dado con la palabra, le resta valides con nuestra actitud, porque no hemos tomado en serio el valor de nuestra respuesta y el compromiso para con el hermano.
El evangelio de este domingo nos presenta dos disyuntivas, una respuesta positiva, que se convierte en negativa, y una negativa que se convierte en positiva. Esta realidad que nos presenta el Señor, nos lleva a meditar en la respuesta que le damos al Señor en cada momento de nuestra vida. Recurrimos pues hermanos a pensar en la afirmación bíblica, que tú sí sea sí y que tu no sea no. No podemos jugar a la mentira con el Señor, no puede existir engaño en nuestra boca. Nuestra respuesta debe estar libre de malicia y libre de toda forma de camuflar nuestra verdadera identidad. Porque en este juego de palabras, o mientras intentamos vivir nuestra fe, según nuestro estilo de vida, muchos hermanos que viven su fe sencilla sin tanto alarde nos llevan la delantera. Existen personas que por su forma de vida pueden ser juzgados con o sin razón, pero de algo no estamos seguros, de su respuesta diaria, puede ser que esa respuesta sea más sincera que la nuestra, porque es consciente que su vida no refleja toda su forma de ser.
Queridos hermanos, entonces la exigencia sigue superando nuestra propia vida de fe. Quizás la excusa que le podamos dar al Señor, según nuestro parecer puedan estar justificadas, porque nos excusamos en las múltiples tareas que podamos tener. Y así con el cansancio de la vida nuestra respuesta puede cambiar en el camino, porque nos despistamos del fin de nuestra propia vocación cristiana. Pero, esta realidad evangélica, es reflejo de nuestra tibieza interior, que hace que la respuesta pueda estar cargada de otras cosas, o simplemente nos desborda a nuestra propia realidad.
Entonces, mantengamos la llama bien ardiente, para que las fuerzas exteriores no debiliten cada día nuestra respuesta, porque la respuesta es continua. Y nunca descuidemos que el SÍ sea SÍ y que el NO sea NO, no nos engañemos, queriendo aparentar lo que verdaderamente no somos, no pongamos escusas, y si no tenemos una respuesta clara no la digamos de boca, primero meditemos para calcular si verdaderamente vamos a ser valientes. Y si hemos dado una respuesta, hermanos asumamos esa responsabilidad, porque otros hermanos ya sin hacer tanto alarde, nos están llevando la delantera, porque la verdad los está haciendo libres. Practiquemos pues la verdad, como virtud sincera de nuestra vida cristiana.
Hno Franco