VIVIR SEGÚN DIOS Y NO SEGÚN EL MUNDO
Cuánta gente hay que vive hoy en día, un cristianismo “a su manera” y no a la manera de Dios. Cuesta mucho ser coherente, muchos exigen aquello que no pueden vivir, otros viven como “de espaldas a la gracia de Dios”, hay quienes cuestionan o ponen en duda la fe misma, la sana doctrina, la Iglesia misma. Asistimos a un mundo, una vez más, relativista. Ah, y somos muy “quejones”: nos quejamos de todo y de todos, como si nada bueno hubiera en este mundo.
Ezequiel advierte: “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, por la maldad que cometió” (Ez.18,25-28). Esto refleja mucho lo que se vive hoy en día. La persona que menos lo esperamos se aparta de Dios y de la caridad fraterna de los demás; no mide las consecuencias de su mal actuar. Se incrementa la violencia y el miedo por todas partes, a causa de gente que le gusta vivir en las tinieblas y no en la luz.
¿Puede haber gente que se proclame creyente y haga cosas contrarias a Dios, a la Iglesia, a los demás y a la misma creación? Tendremos que decir que sí. Es triste saberlo y doblemente triste comprobarlo. Pero el mal no dura, nunca va a durar. Estamos a tiempo de volvernos para Dios, para salvar nuestra vida, cuidado que sea demasiado tarde.
Necesitamos, todos, un empujón espiritual, una llamada de atención de parte de Dios y de los demás para recapacitar. San Pablo lo habla a su estilo: “manténganse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obren por rivalidad. No se encierren en sus intereses” (Filp.2,1-11). Cuando me abro a la gracia de Dios y a la caridad fraterna, entonces puedo hacer realidad esa promesa de fe, de lo contrario, veré mi propio beneficio o interés personal, sin importarme el otro.
¿Habré tomado esto muy en serio? Tú, yo y todos estamos llamados a “tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”, lo afirmará San Pablo hoy.
Si soy de Cristo, no puedo cambiar de “amor”, no debo. De lo contrario, estaría cayendo en la infidelidad. La “esposa” que es la Iglesia, le sería infiel a su ESPOSO QUE ES CRISTO, cuidado que eso no está bien.
¿Sabes lo que debe preocuparnos de verdad? Es que haya mucha gente, incluso, vestido de religiosidad (persona de fe, de parroquia, de tal o cual grupo, etc) que no le cree a Dios, que viva su fe sin Dios, sin mandamientos, sin sacramentos, sin un referente moral en la vida.
Hoy, Jesús, usa un lenguaje duro, que quizás más de uno se puede sorprender y lo haga: “vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la salvación, y no le creyeron. Y ustedes a pesar de esto no se arrepintieron ni creyeron en él” (Mt.21,28-32). Sabemos de los mandamientos, sabemos de la doctrina de la Iglesia, sabemos de cada sacramento. Sabemos, sabemos, sabemos. Ejemplos los tenemos a montones: creemos por fe, que Jesús está en la Eucaristía, y que es fuente de salvación, de paz, de gozo, de conversión, de sanación, y no le creemos a Dios, no creemos que eso es así. Hay gente que prescinde de la Eucaristía olímpicamente, y encima pone “excusas” para no estar, o simplemente no creen que Jesús esté bajo las especies de pan y vino.
Todos estamos llamados a convertirnos, todos (cf.Mc.1,15).
Vivir según Dios y no según el mundo, es un reto más que ayer.
Con mi bendición.