El texto que nos presenta el evangelio de hoy no contiene unidad temática aparente. Habrá que centrarse en algunos rasgos o frases característicos para analizar lo que el Señor nos quiere manifestar.
“El que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc. 9, 40). En esta frase destacamos la contundencia del Señor y su radicalidad para enfrentarse a las fuerzas del mal y para tomar partido a favor del bien. Normalmente la opción de los grandes valores del Reino: la justicia, la paz, la verdad, el amor… implican tomar decisiones y opciones serias que implican una radicalidad profunda de nuestra vida en la palabra y en la acción que no siempre se hace por cobardía, dudas, exigencia y coherencia personal… El Señor nos pide más claridad y más coherencia en nuestras convicciones de fe y en nuestra forma de actuar en la vida.
“El que les dé un vaso de agua porque siguen al Mesías, les aseguro que no quedará sin recompensa” Mc. 9, 41). Jesús se dirige a Jerusalén para dar su vida y se da cuenta que los detalles pequeños, los gestos de cada día, son muy necesarios a los ojos de los hombres y muy reconocidos por Dios. Nuevamente el Señor apela a la sensibilidad del corazón, espíritu de solidaridad y servicio para abrirse paso a las necesidades de los demás.
El escándalo que se pueda dar a los más pequeños y sus consecuencias forma parte también del texto evangélico. Los “pequeños” son los débiles, los sencillos. Jesús no puede permitir un tipo de comportamiento de abuso y discriminación y el escándalo nos lleva a favorecer el tropiezo y el mal ejemplo para los demás. Hablar con radicalidad sobre la mano, el ojo o el pie, cuando no se usan adecuadamente, nos lleva a entender la finalidad de cada miembro de nuestro cuerpo. La mano es expresión del dar, de la amistad pero también se utiliza para robar y golpear. El ojo es expresión de la mirada cercana a Dios, a las personas, a la vida pero también hay ojos de ira y de odio. El pie es el signo de la itinerancia, del seguimiento al Señor como discípulos pero también puede usarse para andar por el camino del mal y del libertinaje.
Al final podemos encontrar un denominador común: la autenticidad de vida y la valentía para afrontar los caminos del Señor desde el ejemplo que nos ofrece.