¡Nunca olvidaré lo que han hecho!
Se suele decir que una cosa son las cosas espirituales y que estos asuntos no deben mezclarse con las cosas temporales. Otros dicen que la Iglesia no debería hablar de política, ni de cuestiones sociales, ni meterse en problemas de educación y salud, etc. Pues, al escuchar los textos de este domingo, creo que resulta casi imposible que podamos aceptar estas opiniones, aunque haciendo unas consideraciones previas. Hay algo muy puntual que no debemos dejar pasar: la iglesia no es un grupo partidista, vive en medio del mundo, estamos en el mundo, pero no somos del mundo, ni juzga como institución con afanes de algún beneficio particular queriendo implantar leyes o políticas de estado y demás; pero si, hay algo que no debe callar es su voz profética, como la de Amós en esta primera lectura, de la búsqueda de la realización plena de la persona humana, porque la concebimos no solo con la dignidad que posee por su naturaleza y su condición sino porque además creemos que somos hijos del mismo Padre Dios que nos ha creado y vivimos en relación con el otro, mi hermano, a quien no puedo dañar. Desde esta premisa, puedo compartir con ustedes que no se puede vivir la fe cristiana sino tenemos una implicancia decisiva en nuestra vida cotidiana. ¿Acaso solo tengo que dedicarme a mirar hacia dentro del Templo y orar con tranquilidad olvidándome así de rápido que fui testigo de un acto de discriminación y no hice nada para corregirlo? ¿Puedo celebrar en paz mi eucaristía, habiendo engañado a la persona ofreciéndole algo inservible o aprovechándome de su inocencia, ignorancia o pobreza? ¿Puedo postrarme para rogar a Dios que me bendiga y cuide, cuando me quedo con algo que no es mío, abusando así de la bondad de la gente? Parece que sí es posible si seguimos con el discurso que les advertí al comienzo de esta reflexión. Pero, ¡así no debe ser! Es inadmisible. No puede ser que los hijos de las tinieblas puedan ser más astutos que los hijos de la luz. No se puede adorar a dos dioses, si amas el dinero, el poder, el abuso, el robo, el engaño, ¡no digas que eres creyente! Puede que la indignación – que es algo importante no debemos dejar de sentir – nos lleve por caminos tortuosos sino la controlamos convenientemente, pero es preciso reaccionar, al menos en el plano de la conciencia personal e ir compartiendo estrategias de cambio para no hacer más daño de lo que ya se viene haciendo, incluso siendo cómplice con mi indiferencia. Esta parábola del evangelio es muy confusa a primeras, pues no parece señalar un ejemplo bueno a seguir, como se suele esperar, a pesar de la insistencia de muchos de que Jesús elogia la astucia de aquel administrador, aunque no entienden por qué. Aquel hombre sabía que estaba despedido, y por su holgazanería no estaba dispuesto a quedarse tan fácil sin dejar de percibir dinero. El administrador sabía que lo que le tenía que cobrar a todos los deudores de su patrón no solo era el pago de lo requerido sino su propio beneficio. Todo salía de lo que les cobraba, su porcentaje e incluso algo más que podía robar. Pero, muy astutamente, decide sacrificar eso último y solo cobrar lo que le correspondería al dueño. De esta forma, se ganaría una buena reputación ante estos deudores que observaban que era muy justo pues era capaz de renunciar a su comisión no perjudicando a su amo. Al menos eso, hubieran visto aquellos deudores y era muy probable que lo pudieran así contratar. Obviamente, lo hizo por conveniencia, y para buscar una mejor posición ante su desempleo. ¿Cómo es que uno puede llegar a eso, supuestamente tan bueno, para seguir más adelante buscando un estilo de vida impropio, y no somos capaces de actuar correctamente y actuar en lo justo siempre? Así de complicados somos. La tradición paulina que se recoge en esta primera carta de Timoteo, que ya había asumido el estilo de vida cristiana en un contexto del mundo grecorromano y estaba interactuando muy bien con él, pide que el cristiano busque ser también un buen vecino y ciudadano. Esto le da la seguridad interior de poder elevar sus oraciones y súplicas a Dios porque vive en paz, sin hacer daño a nadie y ajustándose a las normas éticas de convivencia sea en el contexto político y social en que pueda vivir. Sacudones como hoy de la Palabra de Dios nos viene bien de vez en cuando.