BUSCAR AL SEÑOR Y OBRAR COMO ÉL PIDE
¿Cuántos de nosotros somos capaces de buscar a Dios? ¿Nos dejamos encontrar por Él? (cf.Ap.3,20). Hoy hay muchas personas que buscan donde no deben, que se decepcionan por tal o cual persona, por tal o cual situación. Al adoptar esa postura, su vida empieza a debilitarse, la esperanza también.
Hoy asistimos nuevamente a un mundo de miedo, de confusión, de escándalos, de injusticias, de desesperanza, de gente que hace daño a los demás sin arrepentirse, de frialdad e indiferencia religiosa, etc. Y en medio de este mundo hay un grito ensordecedor lleno de amor y de esperanza que lanza Isaías, de parte de Dios: “Busquen al Señor, mientras se le encuentra. Que el malvado abandone su camino” (Is.55,6-9). Siempre estamos a tiempo para volvernos al Señor. No le podemos cerrar la puerta de nuestra vida. Él quiere darnos un espíritu nuevo y renovado (Ez.36,26) para que nuestra vida tenga un nuevo y renovado sentido.
Estamos llamados a invocar la presencia de Dios. Ya que Él siempre está cerca. Así recita el salmo 144 del día de hoy: “Cerca está el Señor, de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente”.
Si busco al Señor, si me dejo encontrar por Él, no sólo mi vida tendrá sentido, sino que seré uno con Él, y eso se notará, ya que esto no es una mera ilusión o una frase bonita; porque sí se puede vivir conforme a lo que Dios quiere. Que podamos estar siempre con el deseo de estar más cerca del Señor, de dejar que Él nos lleve donde quiera. Mi vida le pertenece a Dios; de Dios venimos y a Dios volvemos. Una persona así, le entiende a San Pablo que haciendo su confesión de fe se atrevió a decir: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir” (Filp.1,20c.24.27ª). ¿Cuántos somos capaces de confesar a los demás esto?
Contratar obreros para la viña, pagarles lo mismo a todos, escuchar el reclamo de los que no están de acuerdo con el pago, seguir recibiendo más trabajadores para trabajar en la viña, pagarle a cada uno igual porque así quedaron en el contrato. Son entre otras cosas, lo que vivimos a diario. Eso nos lo muestra hoy Mateo en su evangelio (20,1-16).
Pero en medio de esta realidad llena de luces y sombras, de esperanzas y desesperanzas, está el Señor. Siempre invita a trabajar para Él. Lo hace en un acontecimiento, en una persona, en la misma Sagrada Escritura, en la Eucaristía de cada día, en los pobres, en la realidad de miedo y desesperanza que podamos estar viviendo. ¿Seremos de aquellos que aceptan el pedido de seguirle, servirle, amarle y proclamarle? O ¿seremos de aquellos que sólo viven cuestionando todo, incluso la fe, la Iglesia misma sin hacer nada por nadie? Dice San Vicente de Paúl: “La caridad no puede permanecer ociosa”.
La tarea de la Iglesia a la que pertenecemos por el Bautismo, está llamada a imitar a Jesús cada día. Recuerden el pedido de Jesús en el evangelio de hoy: “Vayan ustedes a mi viña”. No me puedo excusar de no trabajar para Jesús; necesitamos personas que se jueguen la vida por Jesús y por la Iglesia. Hoy la gente pide a gritos que Dios le escuche, que Dios le bendiga y le sane, que Dios les consuele. Gran tarea tenemos como Iglesia de Jesús.
Buscar al Señor y obrar como Él pide es una doble tarea en una. Haz, Señor, que mi vida esté siempre conforme a tu voluntad. Que pueda imitarte a Ti, que eres el buen Samaritano. Que todos al verme te vean, al escucharme te escuchen. No dejes solos a los enfermos del alma y del cuerpo. Tú que eres bueno, clemente y misericordioso, ayuda a tanta gente que vive sin paz, sin fe, sin amor, sin esperanza. Queremos proclamar que Tú eres bueno con todos, que eres cariñoso con todas tus criaturas, y que estás cerca de los que te invocan con sinceridad. Amén.
Con mi bendición.