DIOS ES UN BUEN PADRE

¿Qué pasa cuando una persona o una comunidad se encuentra con Dios?: suceden cosas maravillosas. Ahora miremos lo contrario: ¿qué pasa cuando una persona o una comunidad no quiere encontrarse con Dios?, ¿sucederán cosas maravillosas? ¿Sabemos que Dios de verdad nos ama y espera mucho de nosotros?

Eran dos hermanos que empezaron a jugar dentro de casa, de pronto uno de ellos se enojó a tal punto que se peleó con su hermano menor. Empezó ese altercado. Los dos estaban agrediéndose hasta físicamente. Faltaban unos días para que esa familia celebre navidad. La mamá fue al mercado de su barrio: compró lo que tenía que cocinar ese día, pero aprovechó de comprar las cosas para la cena de navidad. Al llegar de compras, vio ese cuadro, la mamá dejó en el suelo las cosas y separó a sus hijos que se estaban dando golpes en el suelo. A continuación los tomó de las orejas a los dos y los llevó al pesebre navideño armado por toda la familia. Les dijo: “ahora delante de Jesús pídanse perdón ya que Él les quiere mucho, y les espera con los brazos abiertos, ¿no lo notan?”. Y así fue, los dos hermanos con lágrimas en los ojos se pidieron perdón y se abrazaron mutuamente.

A Dios le preocupaba que su pueblo se había alejado de Él mismo, por eso le dijo a Moisés: “baja del monte, porque se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto” (Ex.32,7-11.13-14). El pueblo de Israel recibió muchas bendiciones: su clamor fue escuchado, luego de haber sido oprimidos por los Egipcios; suscitó a Moisés para liberarlo; liberó a su pueblo de la esclavitud; hizo una alianza, confirmando su fidelidad, y pidiendo a su pueblo que permanezca fiel; etc. Pero el pueblo le falló a Dios. Moisés, intercedió por su pueblo, para que Dios se apiade de él y le conceda el perdón: “Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”.

Es cierto que: nosotros somos los que decidimos acercarnos o alejarnos de Dios; nosotros decidimos decirle a Dios hasta aquí no más, yo quiero vivir a mi manera mi fe; somos nosotros los que decimos escaparnos de su mirada de amor y de compasión; etc, nadie nos obliga a caer (pecar), como tampoco nadie nos obliga a ser buenos. Nosotros y/o cada uno decide estar con Dios o rechazar su oferta de amor y salvación universal. San Pablo entendió que Dios siempre fue misericordioso, ya que: “antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente” (1Tim.1,12-17). Pero hubo en él una gran y hermosa motivación para acercarse a Dios: “El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús”.

El carné de presentación de Dios, o el DNI de Dios, siempre será su misericordia: ¿lo creemos de verdad?

El evangelio de hoy nos presenta Dios su DNI. Podemos decir que: su nombre es misericordia; sus apellidos: amor, perdón, acogida y fiesta. Y ese es el capítulo 15 de Lucas, más conocido como el capítulo de las parábolas de la misericordia (Lc.15,1-32). Hay 3 parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido. Las 3 tienen mucho en común: alguien o algo se pierde, la búsqueda por esa pérdida, la alegría por el encuentro luego de haberse perdido, la acogida, etc. Esto está puesto en un diálogo que Jesús tiene con los fariseos y escribas, que cuestionaban a Jesús por acoger a “los pecadores y comer con ellos”.

Se ha hablado tanto de este capítulo, sobre todo muchos se han concentrado en la 3ra parábola que está puesta como “la parábola del Hijo Pródigo”. Creo que enseñanzas hay muchas. Hablar y actuar con y desde la misericordia es un reto permanente. Mi corazón, mi mente, mis actitudes, ¿reflejan la misericordia de Dios?, ¿los demás ven en nosotros la ternura de Dios?, o ¿ven a un Dios “autoritario”?; ¿refleja mi vida, mi comunidad, mi familia, mi ministerio, la ternura de Dios mismo?

Un detalle, de muchos, que llama la atención en este evangelio es el versículo 20 del capítulo 15 de Lucas: “Se puso en camino y se fue a casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio Y PROFUNDAMENTE CONMOVIDO SALIÓ CORRIENDO A SU ENCUENTRO, LO ABRAZÓ Y LO CUBRIÓ DE BESOS”.

Dios nos está invitando a adoptar esa postura. A unos les cuesta más que otros. Aquellos hermanos de la historia, aprendieron la lección de amor: de darse un abrazo para pedirse perdón. No es malo presentar a un Dios que nos ama, nos acoja, pero por ser así nos pide también un cambio sincero y permanente de nuestras vidas.

Dios es un buen Padre.

Con mi bendición.

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