Testificar a Jesús, tarea del creyente

¿Cuántos de nosotros vivimos bien nuestra fe? ¿De verdad somos todos? ¿Soy capaz de aferrarme a Dios cada día de mi vida? ¿Me doy el tiempo para hablar de Dios a los demás?

Dice un dicho popular: “nadie habla de lo que no conoce”. El mundo de hoy, no sólo vive de espaldas a Dios, sino que prescinde de Él. Seguimos asistiendo a un mundo cada vez más “automatizado” por no decir “robotizado”; se quiere quitar “de la faz de la tierra”, todo signo de Dios.

¿Queremos de verdad que el mundo sea más creyente y más abierto a su gracia?

Si yo me lleno de Dios, de su gracia, de su misericordia, de su santa palabra, entonces podré dar testimonio para “que el mundo crea” (Jn.17); no habrá testimonio, si es que no estoy convencido de que Dios habita en mí y por tanto si es que no soy creyente.

Hoy, Jesús en el evangelio de San Marcos (8,27-35) presenta dos “encuestas” a sus discípulos. La PRIMERA encuesta gira en torno a lo que el común de la gente piensa acerca de Jesús. La SEGUNDA encuesta gira en torno a lo que el discípulo que está con su maestro, piensa acerca de Él.

“¿Quién dice la gente que soy Yo?”. Es la primera encuesta. Seguramente mucha gente, al ser preguntada de quién es Jesús para ellos, la respuesta la podemos hasta dar “de los libros” académicos, o tendremos respuestas “preconcebidas”, por no decir “prefabricadas”. Este tipo de respuestas podrá ser también de gente que no desea involucrarse con la salvación de Dios o que vive un cristianismo mediocre.

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. La pregunta es más que directa, va como “a la yugular”. Jesús desea saber de sus propios amigos, de los que son testigos de su poder maravillosamente misericordioso, de los que son testigos de su sencillez y humildad. Quiere y espera la respuesta, no de los libros, no de cosas que otros te lo digan, sino del corazón y de la apertura al Espíritu Santo.

Pedro, dejándose guiar por el Espíritu Santo, el que siempre tomaba la iniciativa en bien de los que le aman, le adoran y le creen, se atrevió a responder: “Tú eres el Mesías”.

Jesús prepara a sus discípulos para la cruz de la fidelidad, la cruz de la exigencia, para la cruz del calvario que Él mismo vivió.

A veces nos decimos discípulos o seguidores de Jesús, pero no queremos vivir ningún tipo de exigencias, nos encanta vivir un “cristianismo a nuestra manera”, rechazamos mandamientos, sacramentos, obras de caridad, etc. En el fondo nos estamos enfrentando con Dios mismo. Cuidado que Jesús nos podrá decir, como a Pedro: “Quítate de mi vista satanás, piensas como los hombres, no como Dios”.

Estamos llamados a testificar a Jesús cada día de nuestra vida, sin obstáculo alguno. Hay mucha gente que necesita personas de fe, seguidores auténticos de Jesús que se las jueguen por Él: “El que quiera pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará”. Pedro dio un auténtico y esperanzador testimonio acerca de Jesús, y por eso el premio que se ganó fue “el martirio”. ¿Cuántos somos capaces de testimoniar a Jesús? ¿Acaso me excuso de no hacerlo?

Testificar a Jesús es tarea de todo creyente.

Con mi bendición:

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