La invitación y exigencia que el Señor nos hace en el Evangelio de Dios, renunciar incluso a la propia familia para seguirle, puede resultarnos extraña y hasta contradictoria. El Señor se formó durante su niñez, juventud y parte de su vida adulta en el seno de la familia de Nazareth, formada por María, José y Él mismo. Amaba intensamente a los suyos y, como atestiguan los evangelios en algunos momentos, su Madre lo acompañó en la instauración del Reino de Dios y en las experiencias más duras y difíciles que vivió predicando el Evangelio. El Señor cuando insiste en dejar la familia por el Reino prioriza el amor universal y la libertad plena por una causa sublime: anunciar con pasión y sin resistencias el Reino de Dios y subordinar sus intereses afectivos, su seguridad y sus resistencias del hogar y del lugar concreto a seguir al cumplimiento de la voluntad del Padre. Desde esa perspectiva la familia entiende, aprueba y apoya la decisión porque descubre que otros valore y proyectos más sublimes están por encima del amor del hogar.
Para dar este paso se exige una preparación intensa, un autoconvencimiento de la importancia del proyecto al que se quiere llegar, una sincera reflexión para medir nuestras fuerzas y resistencias y una oración perseverante para que sea el Señor el que ilumine nuestro caminar.
Las expresiones que utiliza el Señor en este evangelio para seguirle –el desprendimiento familiar y de los bienes materiales- no debemos entenderlas como invitación al desprecio y rechazo de las realidades humanas sino como una afirmación de que Dios está por encima de ellas y que esas realidades tan queridas por nosotros no impidan nuestro seguimiento al Señor que nos ama y nos llama a un proyecto de vida desde la radicalidad del evangelio.
“Llevar la cruz” en nuestra caminar supone en muchos momentos nadar contracorriente, mantener el gozo y la presencia del Señor en un mundo secularizante y relativista donde no se valora suficientemente el sentido de entrega, de perseverancia por una causa noble y el amor al Señor expresado en nuestro mundo como objetivo esencial en nuestro proyecto de vida.